martes, 21 de octubre de 2008

ch!nchetas

Tras pasar varios años en una casa, pueden ocurrir dos cosas: o uno decora –metafóricamente, se entiende- sus esquinas y paredes con su propia personalidad o bien esos mismos recovecos, las superficies llanas, las telarañas y las manchas de humedad te dibujan un rostro tan sombrío como el del famoso cuadro del grito.

Hace unos años, cuando me disponía a abandonar mi casa para comenzar mis estudios en la ciudad y no tan atrás en el tiempo, cuando hace un mes ante una mudanza que intenté posponer todo lo posible, me vi obligado a ver la película velada de mi vida durante los cinco últimos años. Carpetas repletas de apuntes y recortes de periódicos con amarillentas noticias que creíamos querer guardar para siempre. Poemas comenzados. Poemas a medias. Poemas terminados y que decidimos sepultar en un cajón. Viejas fotos donde tenemos la tonta expresión de pasar a la eternidad con una cámara. Cartas de antiguas novias, en las que el corazón vencía batalla tras batalla a la cabeza hasta que la guerra llegaba a su abrupto y mudo final... Y todo dejando la sensación de ¿ quién era yo?, ¿en qué estaría pensando?, ¿ qué tenía x para que me enamorase perdidamente de ella?, ¿y donde estarán ahora esta chica y aquella emoción que me acabó asfixiando como una bufanda en Agosto?.

Cada vez que cambiamos de casa (o siendo adolescentes, cuando nuestros padres nos obligan a ordenar nuestro cuarto), bajamos el listón en cuanto a los objetos, animados o inanimados, que queremos conservar. Lo que era imprescindible, ahora quizá no lo es tanto. Más tarde, aquello que salvamos de la primera quema acaba en una papelera. Finalmente, algunos de los supervivientes tampoco pasan el corte y los cargamos en bolsas de plástico camino del contenedor. Poco a poco, vamos reduciendo nuestros recuerdos y reliquias a lo esencial. Y con el paso y el peso del tiempo, también lo esencial terminará quedándose en los huesos. En definitiva, es el reverso de lo que algunos definen como libertad: poder elegir un camino que te conduce a otro, con lo que vamos eliminando opciones, y unas vías se abren mientras otras se cierran.

Aquí, con este proceso de selección del pasado, somos nosotros los que rescribimos nuestra historia, borrando del mapa rostros, muecas, palabras y alguna promesa sonrojante de amor eterno. Como resultado tenemos el único perfil que podemos soportar: un alegato a favor, un montón de pruebas circunstanciales, la duda razonable: a lo mejor no fuimos tan malos. Y también nos queda la esperanza de que el chico que quita las chinchetas de las fotografías de la pared se parezca en algo al que las clavó hace casi una década. Que no haya sido corrompido por la vida y sus no pocos sinsabores.

jueves, 16 de octubre de 2008

ON | OFF | ON Bon voyage

¿Te imaginas el mar? Con su espuma toda puestecita ahí, como si se hubiese pasado la noche de vaivén, agitado. Hace tan sólo unos minutos he tomado la decisión más importante de mis días, y ahora parece que me pesan los segundos, parece como que este paisaje no es ya para mí, nunca consideré que fuera mío, pero siempre consideré que era para mí.

He cambiado tantas cosas de lugar dentro de mí. Las circunstancias ya no son lo que eran - bon voyage- mire usted le dije yo al clown hecho de alambre.

Necesito hacer público lo más mío y privado. Las horas ya no son las mismas ni tampoco los lugares donde me hospedaré seguro dentro de unos meses. Nunca tuve la oportunidad tal así, como ahora la tengo de contarte.

Decía un escritor musulmán que es difícil determinar la orientación de las cosas cuando uno nada, porque la existencia de un mundo bajo nuestros pies flotantes inquieta nuestra mente. No me preguntes quién porque no recuerdo quien era.

Recordaba perfectamente el camino desde la recepción hasta la habitación que reservamos. No recordaba el número, pero parece como si los pies y la memoria más primera me llevaran cálculo al lugar. -Quiero ésta- le dije al hombre amable.

Aquello estaba intacto, tal y como estaba cuando nos fuimos, los mismos cantos rodados, la casa que pinté en aquella acuarela tan primaria, porque era la casa de tu infancia. Cuando la vi supe que seguía siendo tuya allí sobre aquella montañita sometida un poco a las lenguas del mar.

Al marcharme sólo recuerdo el rumor como de un pueblo venido de tí... y con la sangre un tanto delirante.

-------------De lo que escribo: Parte decimonónica.------

martes, 14 de octubre de 2008

направили корисници

El otro pequeño sueño que tuve antes... no sé, era raro... soñé que me levantaba y sin poder evitarlo... como si me empujaran... subía a un tren... había nieve fuera, dentro y durante el trayecto... no sabía dónde iba pero había nieve... de pronto me vi en un pueblecito de Rusia, llevaba algo en la mano... la gente me saludaba como si ya me conocieran... recuerdo que echaba mucho vapor de agua por la boca, y que los piés estaban frios... Luego en medio de una plaza blanca entera, con farolas muy altas y un palacio al fondo sentí un prolongado silencio que solo se rompía con mis pasos girando sobre mí mientras pisaba la nieve... y se acercó una chica joven (creo que un poco mayor que yo y por detrás de mi, me sorprendió con un toquecito diminuto en la espalda) y me hablaba en ruso, muy suave y muy agudo...recuerdo que a ella también le saía vapor de agua por la boca... y sentía su respiración, ella me dió una cosa cilíndrica, de madera. No sabía por qué pero aunque ella me hablara en Ruso yo entendía perfectamente lo que me decía. Sin embargo yo le decía cosas en ruso y ella me entendía pero yo no sabía lo que decía, no lo entendía. Entendía a la perfección sus palabras pero no entendía las mías propias, lo que yo le decía a ella. Parecía un código común fingido. Sentía que la quería. Luego comprendí que estaba allí por ella, porque no había nada más ni tan siquiera a mi alrededor, sólo ella. Y sentí que la amaba sobre todas las cosas durante tres minutos al menos del sueño. Era muy suave, y podría describirla perfectamente. Llevaba un abrigo como de pelo de algún animal oscuro, y recuerdo sus ojos... enormes... y un gorro con orejeras que caían a ambos lados de su cara, ambién de un pelo natural. Luego me vi de repente abrazado a ella y llorabamos ambos casi en silencio... y entonces me desperté... Hoy no he vuelto a saber nada de ella...
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