martes, 26 de julio de 2011

Beautiness




Ring ring y después, una risa imprecisa que recuerda que el día de hoy ya nada tiene que ver con el de ayer. Como un cambio de estación repentino o el orden discordante de los libros del estante. Porque no existe una realidad si no podemos imaginarla, hoy ya, te imagino y pareces tan real y diversa...

Bella probabilidad que hizo casual encontrarte y perseguirte a deshoras con un clamor visceral, parecido a los sonidos que provienen de los animales en estampida y los mercados a rebosar una mañana de domingo calurosa y liviana, similar a las cosas que trepan por las paredes desviviéndose, a las aduanas a media noche y las verbenas de poblado en fiestas.

Causas bullicio, tumulto, estrés favorable.

Por causar causas incluso un deseo que lo inunda todo. Extraño pero intenso y fecundo. De poblarte y ser colono de tu boca, tus islas de piel. De que tus estancias favoritas pasen a ser las mías también, siendo yo Napoleón y tú un paseo fluvial difícil de conquistar.

Hay veces que, bien entrada la tarde, el cambio climático advierte que debemos vernos de nuevo casi por obligación. Huelen más las flores y se advierte una brisa voraz que terminará por envolvernos como se envuelven las dádivas, los alimentos o las manos bajo una almohada.

Suave... Así. Se desliza mi voz para intuirte y preguntarte. No me sale otro modo. Adoro tu risa y causarla.

Ella es una chica joven y realmente lo parece más aún. Es inteligente porque ríe cuando debe, piensa excelente y se nota por la mueca de sus labios y sus ojos (a la vez y en sincronía) que puede hacer feliz sólo con estar. Su cuerpo es alegre, eléctrico, y termina con una bombilla (encendida) de la que cuelga, airosa y salomónica, una cola de pelo que debe ser suave y bienoliente. Ojos vivaces, almendrados y alargados. La hacen particularmente adorable y encantadora. Tiene 3 (de tres) lunares pequeñísimos próximos a la boca. Ambos 3 sin ser ambos por ser tres conforman un triángulo escaleno (casi recto) que en la cultura oriental significa "belleza". La suma de los ángulos de dicho triángulo, coinciden con los ángulos de las comisuras de mi boca cuando sonrío. α (alfa) ~(es a) β (beta) = (lo que ella es a) coqueta. Su boca es peculiar. Parece un ingrediente, o una fruta silvestre muy madura. Si se mira fijamente (algo no recomendable para cardíacos) uno comienza a salivar, sin saber muy bien por qué dulce.

Imagíname siendo tu Doña Inés de Ulloa y yo Don Juan (Tenorio). Seguro que ahora ella está sonriendo. Es natural en sí misma, como un personaje principal, su risa, vestida de época siendo capaz de transportar a cualquier escéptico.

Imagíname sentado en un podio del paseo marítimo más cercano a tu casa. Vestido yo de época y pluma en un sombrero negro de ala amplia. A escasos dos metros por encima del nivel del mar, hay una bondad implícita en todas las cosas que desde éste lugar alcanzo a ver. Y aunque no te diviso, estás. Como está una ley matemática o geométrica, un pulso constante o un animal al acecho: recostado sobre su propia incógnita.

Si miras bien, hay una decena de personas caminando por la orilla, un hotel al fondo de la avenida y un restaurante donde yo, probablemente, cocinaría para tí abundante marisco y zumos muy silvestres.

Hay un silencio predominante, que sólo podría romper tu sonrisa. Esa que se escucha al otro lado del teléfono. Una simple mueca sería suficiente como para poner en marcha una orquesta, un florista, y un bufet a pie de playa, de levantar incluso del suelo a aquel grupo de más de 100 gaviotas espantándose de puritita envidia voraz que despierta tu boca...

Si apartas la mirada de ésta pantalla y me sonríes, querrá decir que todo va bien. Y si me besas, conseguirás, sin gastos de envío ni pago contrareembolso, hacerme, aunque solo fuese por un segundo, feliz porque sí. Porque apuesto a que tu boca es una fuente de felicidad... Y que en ello me vaya la vida si fuese necesario...

Si no produce nada, directamente no me digas nada. Haz pues como si no existiese.

Cualquiera de las dos cosas sería aceptable. Pero sea como sea, sonríe. Que ahí es donde yo gano... ¿Te toca sorprenderme? Adelante. Un abrazo. Descansen.

viernes, 22 de julio de 2011

Copina edition

Hace unos días me llegó un correo electrónico de una persona que me pedía que subiese de nuevo aquel juego que creé hace muuuchos años. "Copina edition".

Ya lo había olvidado. Pero buscando entre archivos de un viejo disco duro he encontrado el juego.

Así que espero que no sea demasiado tarde y esa persona pueda disfrutar del juego.

La verdad es que ha sido bonito recibir un correo electrónico así. 

Aquí dejo el juego y las instrucciones. 

JUEGO DE MESA COPINA EDITION >>

INSTRUCCIONES >>

(Para guardar los archivos originales y con calidad, en la ventana que se abre al pulsar sobre los enlaces, simplemente hay que ir a la esquina superior izquierda (File) y pulsar en "Download Original".

Un abrazo. Felíz día.

lunes, 18 de julio de 2011

Tuya 0%

Bienpodría haberse tratado de una noche similar a muchas otras, perteneciente o relativa a un equinocio de verano esta vez sí, más plural y sincrónico, lleno de mar y sal por todas partes. Había una brisa locuaz diseminada en el ambiente, volviendo más densa la cal de los muros y los fosfatos, la luz de las lámparas y las plazas ya apenas transitadas por un par de amantes venidos a pié de distintas estaciones con destino unos labios, una falda y un amanecer juntos hendiendo los dedos en una arena cada vez más capaz por uniforme y más firme por compacta. Y de repente se instauró la noche como se instaura una industria, una sombra o un menú marítimo a base de cosas del mar, a fuerza de sal, marea y corrientes submarinas que sólo ella y yo comprendíamos.

Dije tornar azul al menos uno de sus cinco hemisferios y de repente me vi flotando en una superficie así casi lunar, sin gravedad, que venía a ser su risa impávida y blanca estrellándose contra mi boca muy a cámara lenta. Solo su cabello negro, su mirada llena de pestañas y parpadeos y un liviano olor a piel incandescente muy perfumada a base de a saber cuántos y cuáles aromas diversos que terminaron por diseminarme en el ambiente como una lluvia inesperada de verano. Recuerdo algo de caléndula en su olor y su vestido pompoise de flores silvestres.

Sentí emerger muy de repente una boca, la suya, que casi balbuceaba entre sollozos en la puerta de aquel bar. Mientras todos entraban, ambos nos detuvimos a descifrar quién sabe qué, si los destellos de una noche que "bienpodría" considerarse la crónica anunciada de una consonancia construída a base de "te deseo por pura sucesión natural de tu misma sombra". Y sentí así por mérito y causa (de causalidad), una necesidad muy real de invadir su espacio, sentirlo temporalmente mío, como una ola invade la arena a base de impulsos regulares. Así que ocurrió, tal y como debiera, como ocurre un accidente geográfico, con sus pausas y sus hendiduras geológicas y topográficas.

Palpé su rostro, sus labios muy a merced de algo nocturno y muy exprés y su cuerpo terso como una sábana almidonada y tibia tendida en una plaza muy expuesta al sol. Habité al fin una boca dispuesta a consumirme poco a poco, la suya, que era mía por Tuya de apellido y constante. Así de similar, como un goteo constante que ofrece hospicio a las plantas y los animales, sin dejar fuera a ninguna de las especies.

Duró lo que dura un soul de sala, una ópera prima o una dislexia por compromiso adquirida a golpe de engaño. Siendo injusto pero suficiente. Mentira pero silvestre, frío pero incandescente.

Como un buen queso Epoisses, que tiene un sabor original, algo picante, acre, potente y penetrante. Que sabe a establo, a frutos secos, a champiñón, a bosque, a leche fresca, a tierra, al licor Marc de Borgogne que una vez bebí en la Bretaña francesa con Louis "El Diverso", al que apodé así porque cambiaba de opinión con cada vaso transportado. Igual, por sentir en la boca la misma intensidad, con multitud de salientes intermedios en los que se apoyan los matices. "No debe tener notas amoniacales", decía Louis. Lo que es oler olía....apestosamente, a pies, a sudor reconcentrado , a podre, lo que obliga a vencer cierta resistencia antes de dar el primer bocado. Sólo el primero, porque el epoisses no deja indiferente: se ama hasta acabarlo de una sentada, o se odia para no probarlo jamás.

Una noche epoisses, que desembocó en un día como hoy, en el que Tuya ya es mía al 0%. No queda nada. Solo un espacio baldío, y a lo lejos, una densa y amplia columna de humo muy vertical que delimita una frontera en la que ya no queda nada ni nadie. Sólo yo, repitiéndome una y otra vez a mí mismo que para vivir hay que morir unas cuantas veces...

La única verdad universal es que las cosas no son eternas y siempre suele pasar algo que te lo recuerda. Feliz noche. Descansen.

martes, 5 de julio de 2011

Tú a Toronto, yo a Cádiz

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Suenan a modo de precipicio, como industrias hechas a base de coconut, marfil en asta u otras especias más o menos afines. Como tú, a Toronto, suena a claxon, a pronto, a despedida hecha de repente, sin tiempo, a músico de manos temblonas porque tú miras, a lámpara en stand by, click - au revòir - ploc - o a carta desde lejos. Suena a mar de por medio, a multitud vestida de azul en vísperas de una fiesta inventada para que tu y yo nos veamos sin que haya un cristal imaginario.

Aquel día en que te vi llegar por primera vez un olor a libro prácticamente ya en desuso inundaba aquella habitación. Cuatro de sus cuatro ventanas estaban abiertas a cal y canto como escotillas a la mar. Y aquello debió hacer que buscases aire por doquier, azul lapislázuli, silenciosa y sigilosa, buscando agazaparte en tu asiento junto a la ventana mientras me mirabas hablar casi sin apenas interés en las intersecciones, ni en los planos ni en cualquier cosa que no fuese tu mirada perdida en algún infinito punto de una cuarta dimensión que debía estar situada en el ortocentro de aquella pizarra claudiofónica.

Me encanta verte sonreír... Creo que disfruto igual que cuando lanzo algo y causa un estrés en el paisaje, o como cuando emito un sonido y represento una emoción que crece conforme se expande la onda y regresa en forma de eco ahora menos denso, más sutil... 

Sentí algo que no olvido ni debo olvidar, cuando escuché tu vocecita pronunciando un: ¡Qué calor!, lleno de onomatopeyas mientras cruzabas la habitación en diagonal. Aquello en mi idioma quería decir: -Bienvenido-, mientras me mirabas pasar de reojo... 

Recuerdo que dejaste un olor tras de ti que no sabía si atribuirte porque justo detrás pasó alguien que vino a confundirme. Días después, en un alarde de sincronía y destreza, quise y pude volver a verte, comprobar tu olor, que venía como un tufo a modo de resplandor aquella mañana de jueves, en un pasillo, mientras hablabas, yo buscaba con la mirada la salida más próxima con vistas a la montaña. Nervioso como un animal rodeado de iones, protones y otras especias, berreando y claudicando en tu favor, rindiéndome casi a tus ojos azules, tu boca "pursuit", tu piel blanca como un invierno en Toronto, tu sonrisa amplia con los labios pegados y tu voz muy diversa y dispersa, y esa inteligencia locuaz y severa, siendo joven tú y siendo joven yo, queriendo ser tu amante por un día, sentir ahora sí tus labios como una prolongación existencial de los míos, como un injerto hecho para dar frutos más intensos, más diversos y más rojos.

Si te pienso se suceden  espasmos como circunferencias una tras otra, tangentes entre sí, siendo mayor la inversa que te toca, como una mano muy mía que jamás te tocó ni para avisarte de mi reciente llegada, ni para darte una bienvenida, ni para tan siquiera informarte de mi temperatura y otras informaciones que siendo secretas eran cuanto menos bellas.

Bellas porque yo si sentí los bellos como escarpias, la nuez como un círculo flotando en el aire sin gravedad alguna y la respiración inconstante por entrecortada y temblorosa.

Tú a Toronto y yo a Cádiz, a crear mareas que te impulsen, a lanzar al mar otros objetos de valor que ya me resultan inservibles. A establecer y estabilizar una temperatura basal similar a la tuya siendo ahora mía. 

Hay una razón fuerte, muy fuerte, que explica por qué hay tardes que tengo una fuerte necesidad de ti. Si tuviese que explicarla diría que es un conjunto de sensaciones que me llevan a, primeramente mirarte, si, así, en stand by, sin mediar palabra, solo direcciones con las pupilas, que se crucen y se toquen, que compartan un punto. Después, besarte, como sólo yo sé, tocando tu piel con la punta de los dedos de un hemisferio a otro.

Y después, creo que sólo me apetece brindar contigo, hablar idiomas totalmente desconocidos para ambos y reír con costumbres de sol.

Creo que todo se debe a que eres la viva imagen de lo que quiero ser. Esa imagen que uno desea y dibuja en cuadernos cuadriculados desde bien pequeño. Y cuando esa imagen coloreada con lápices Alpino se hace real, no hay sistema ni ecuación, ni límite que soporte el deseo in extremis de que en noches como esta, de gracias a aquella casualidad de verte cruzar, ser y estar mirándonos hasta que, por fin, tu boca acabe desembocando en la mía.

Es una sensación que no cambia, un deseo que no cesa. No me preguntes por qué.

Feliz viaje... y si te acuerdas de mi, mandarina femme, házmelo saber.

Un abrazo. Descansen.

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