martes, 30 de noviembre de 2010

lovely



Llueve. Llueve y no parece que vaya a parar.
Que bella opción no reprimirse. Y tomar como referente esta o aquella nube que en minutos habrá sido transportada y dejará de ser visible para, ahora si, ser la razón homónima del descanso pituitario.

Brotar. Saltar al vacío desde el vértice de un dodecaedro. Aplicar la fuerza geométrica del espasmo que ocurre al despertar recién. Cumplir con la promesa de hendir mis dedos en tu carne espesa y trazar diagonales de una esquina a otra para con tus pupilas.

Que bello resulta tomar un té. No lo sabía, pero te ofrezco un chocolate bien caliente que en mi idioma quiere decir bienvenido.
Resumir con creces una historia que nunca debió darse es apocopar el quiste con palos de ciego. Y de repente un día aparece alguien que viene a decirte que todo ha sido catastrófico, pero que por suerte, va a mostraste otras realidades bien distintas y mas acordes con lo que un día fuiste.

Hecho de amor y de casualidad. Como las canciones, los aromas, los perfumes o las estampas. El momento en el que alguien, viene a decirnos que todo, absolutamente todo, va a tomar un sentido distinto.

Es entonces cuando quiero cerrar los ojos y recorrerme una pista de baile clásico imaginaria y bailar, sintiendo el transporte de unas sandalias aladas sobre el parket y que un zumbido muy universal venido de la música me convierta de nuevo en lo que ya soy y nunca mas volveré a ser.

viernes, 26 de noviembre de 2010

Bon voyage!

me gustas
Lo mejor es compartir una vida juntos.  Y si viene de concurso y con bases ante notario, mucho mejor. Al mundo le falta chispa ¿no?. Pues toma chispa.
Lo ideal es compartir una vida juntos.
Si.
Si.
Donde reír sea obligatorio. Y hacer el amor con el tacto de unos labios lerdos sobre la carne testaruda de alguien que venga a ser la perfecta candidata. Que no exista el dolor y si existe que sea causado por los espasmos musculares al reírse. Que la única contraindicación sea preferiblemente que no hay tiempo suficiente para más. Que falte el tiempo, signo de que no sobra.
Que haya una elección súbita en la que uno encuentre a su semejante y se encuentre a sí mismo. Que impere la casualidad sobre todas las cosas. El don perfecto de la idiosincrasia porque a mi me da la gana.
Lo soñé y quise ponerlo en práctica porque me parecía bellísimo. www.elviajedetuvida.webcindario.com. Así que lo he diseñado  en un par de horas y ya está en la red. El concurso más impresionante de todos mis tiempos. Todo es posible - me dije –.
Un lugar donde cualquier fémina opte a compartir y disfrutar unas vistas maravillosas para el resto de su vida. Un crucero por la vida si. Yo seré el premio, la fiel recompensa. Me vendo. Me doy. Me ofrezco como un pan recién amasado y hecho. Me entrego por una causa justa. Me apetece que alguien en concreto rellene el formulario y lo haga de dos maneras distintas, oficial y personal, porque esto es un concurso serio, tan serio como que si sales elegida vas a sonreír día sí y día también.
Que me ofrezco si. Que es un buen momento para experimentar. Que creo en la espiritualidad del medio. Entras, miras, completas los campos y pulsas un botón que te hace concursar. Que si, por qué no, puedo llegar a ser el hombre de tu vida. Que yo te prometo que te llevaré al lado de los satélites cada noche, en una visita exprés a la chatarrería espacial. Y desde allí verás este y otros mundos más simples y más complejos. Que al viaje le llamaremos orgasmo fluvial. Y habrá un “ignition” muy emocional que nos pondrá el bello de punta. Habrá éstas y otras vistas varias.
Se aceptan sonrisas horizontales, caricias con olor a rododendro, miradas que salven quicios, mujeres que envuelvan su cuerpo en mantas de colores. Si me tocas las manos sin esperarlo, habrás ganado más de 12 puntos de una atacada. Si me das una sorpresa que ni tan siquiera tú esperabas, entonces sumarás una astronómica cifra porcentual de puntos que te situará en los puestos más altos del ranking.
¿Tú eres así? ¿Te ves capaz? Me ves a mi como la persona con la que compartir vistas, noches, y cuando digo noches no hablo de oscuridad, sino de que me disfrazo de algo y te planto un monólogo en directo mientras cenas. O te tapo la boca con un beso cuando quieras decir “bon apetit”.¿Te ves? ¿Si? ¡Pues entonces eres la perfecta candidata! ¡No lo dudes! Date de alta, recibirás un correo de confirmación como nueva candidata. Date prisa, el plazo para inscribirse termina mañana o el día que tú prefieras antes del 30 de noviembre. Y quien no se inscriba quedará fuera de mi alcance y nunca, nunca jamás formará parte de mi.
Esto es un concurso serio. 
Absténganse aquellas féminas que no sepan lo que quieren en la y de la vida. 
Por intentarlo no se pierde nada. Que éste que hoy te escribe… puede ser el hombre de tu vida y ¡ni tan siquiera lo habías imaginado!.

Todo es promocionable. Como mi vida futura puede serlo. Me gusta sentir que, tal vez, este sí sea el camino correcto que de como fruto algo que yo ni despierto habría imaginado.

Perdonen por el fallo que no dejaba escribir comentarios, los desactivé por error hace unos días. Ya pueden dejar comentarios de nuevo. Un fuerte abrazo para todo aquel que entra aquí y sale huyendo despavorido a la cama... 

viernes, 19 de noviembre de 2010

Sin noticias de….

cena

Les dejo un texto que acabo de recibir hace unos minutos en mi correo electrónico y sin previo aviso de Violeta, una chica que conocí en Madrid por casualidad.
Me he quedado sin palabras… Me encanta el texto. Gracias, muchas gracias Violeta. No sabes la sonrisa que me has encendido.

Ensalada de endivias y queso panela asado, con manzana frita aderezada con pimienta, sal, canela molida y miel.

- ¿y cómo vas a hacer eso?
- me pasas ese plato por favor...
- ¿éste?
- sí... gracias.

Empezó colocando una cama de endivias sobre el plato, era muy extraño el modo en que las colocaba, la dedicación que ponía en cada movimiento, y aunque aparentara que era un acto mecánico, nada de eso, él tardo unos instantes en colocar las lechugas sobre el plato, cuando quedó completamente convencido de que cada hoja estaba en donde tenía que estar, tomo un trozo cuadrado de unos 5 X 5 cm. de queso panela asado y lo colocó sobre la lechuga, ligeramente cargado hacia el borde del plato -"No hay nada mas terrible en este mundo que las cosas centradas"- dijo. Acomodó la manzana cortada en forma de medias lunas en una esquina del queso formando una especie de abanico.

 
Su mirada se alejo unos instantes del plato, encontró lo que buscaba, orégano, cogió un poco, en la palma de la mano izquierda sostenía el orégano y con el pulgar de la mano derecha haciendo pequeños y lentos movimientos circulares, comenzó a molerlo. Por unos segundos el aroma a orégano inundo la cocina. Lo esparció sobre la manzana, el queso y las endivias.
Tomó la botella de aceite de oliva, le puso un chorro y luego le puso unas gotas de vinagre balsámico. Abrió un cajón que se encontraba a mano izquierda y de ahí saco ajonjolí y almendras rebanadas que esparció sobre la ensalada. Solo faltaba algo; del refrigerador saco una salsa roja, era una salsa de chipotle con comino, cogió un poco con una cuchara y puso cuatro puntos, dos sobre el queso y dos sobre la lechuga.

Plato fuerte

1.- Salmón en salsa de mandarina, albahaca y cardamomo, acompañado de arroz blanco con cardamomo y mantequilla fundida con ajo.
2.- Róbalo en cubos con flor de jamaica y chiles secos, acompañado de setas al limón y canela.

- ¿Que mas va a ser?-le pregunté-.
- Espera... –me dijo-.

Eran las 10:47 a.m. él esperaba a que le despacharan el salmón que acaban de pedir, cuando por fin se lo dieron, empezó a recorrer los pasillos del mercado de Fuencarral, "que lugar tan increíble" decía, al mismo tiempo que miraba de frente un faisán muerto, llegó a un local donde venden quesos y embutidos.

- ¿Qué le vamos a dar joven?
- ¿A como está el queso camembert?
- A 13 €.
- Me da uno por favor...
- Aquí tiene, ¿algo más?
- No no, muchas gracias... es todo. –dijo mientras sonreía-.

Continuó por el mismo pasillo hasta llegar a otro puesto en donde vendían todo tipo de hongos, portobello, setas, hongos silvestres, etc. Es un puesto donde siempre hay un poco de todo, y siempre es distinto.
Todas las veces que he pasado a comprar ahí, siempre he encontrado algún tipo de hongo que no conocía.
Él compró unas setas silvestres que a su parecer son una belleza. Las pago y siguió con sus compras. Compró seis mandarinas, le gustaría comprar mas, pero como su estancia en Madrid sería breve estimó un cálculo aproximado.

También compró albahaca, manzanas, naranja, fresas y zarzamoras. Terminó con sus compras y dio una última vuelta por el mercado, solo por el gusto de ver y para saludar a las señoras de las especias, que de un tiempo a la fecha se habían hecho sus amigas. Eran del tipo de Sara García, viejitas con cara de portada de envoltura de chocolate, lo que a "él" mas le fascinaba de ellas era que podían conseguir la especia más rara del mundo y por supuesto todo de manera ilegal. "Que lugar tan increíble".

Camino de regreso a casa recordó que se le terminó el comino, entonces desvió un poco su camino para pasar a otra tienda de especias que conocía, llegó y pidió comino molido, en lo que se lo despachaban observaba la tienda y pensaba "un día voy a tener en mi cocina todas las especies que tienen aquí, además de las que consiga allá", le dieron el comino, lo olió, pagó, besó a la dependienta a la cual ya conocía y salió de la tienda.
Al llegar a su casa lo primero que hizo fue sacar el pescado y el queso y los guardó en el frigorífico, después lavó la lechuga y la puso a desinfectar y repitió la misma acción con la fruta.
Sacó de un cajón un cuchillo. Puso la tabla para cortar sobre la encimera, empezó cortando la manzana, después cortó el queso panela, a continuación picó cebolla y ajo. Abrió la puerta del horno y sacó dos pequeñas cazuelas y una sartén. Puso agua a hervir en las cazuelas, una para hacer arroz y la otra para poner a hidratar la flor de Jamaica. Puso la sartén en una parrilla y cuando estuvo lo suficientemente caliente puso el queso panela a asar, cuando sacó el queso, a la sartén le puso aceite de oliva, echó las manzanas, las salteó, las condimentó con un poco de sal, pimienta y canela molida, cuando la manzana comenzó a dorarse y a cambiar de color, sacó de un armarito pequeño un bote de miel de abeja, le puso un poco y salteó un poco más las manzanas, cuando terminó con esto las sacó de la sartén y las puso en un plato.

A continuación, en la misma sartén y sin limpiarla, puso a freír el salmón, al que sólo le puso sal y pimienta. Cuando estuvo dorado el salmón por los dos lados, lo sacó y puso el otro pescado que ya había cortado en cubos, lo coció y lo apartó en otro plato. Sin dejar que pasara un instante volvió a poner aceite de oliva en la sartén, echó cebolla, esperó a que se sofriera, puso ajo, y chile de árbol.

Cuando el aroma del ajo y los chiles inundó toda la cocina puso un puño de la flor de Jamaica que ya estaba completamente hidratada y la salteó unos segundos, comprobó que estaba bien de sal y pimienta y las apartço en otro plato.
Sacó la Jamaica de la sartén, respiró hondo y profundo, cerró los ojos y continuó.

A las setas le puso zumo de limón, sal, pimienta y canela molida, las puso en la sartén y éstas empezaron a emitir un sonido al contacto con la sartén caliente -"es extraño, cada cosa tiene su propio sonido, su propio idioma, es como si hablara, pero mejor esto me lo callo, si no ella va a pensar que estoy loco"- pensaba cuando veía las setas saltar en el sartén.

La salsa de mandarina con albahaca, fue rápida de hacer, sólo el zumo de mandarina en una cacerola junto con media copa de vino blanco, sal y azúcar. Cuando se evaporó el alcohol del vino colocó bastante albahaca y sacó la salsa del fuego.
El salmón lo colocó en un plato junto con arroz blanco, el cual tenia forma de un molde circular, cuando ya estaban colocados, vertió la salsa de mandarina sobre el salmón dejando que cubriera todo el fondo del plato, esparció almendras ralladas sobre el salmón y sobre todo el plato esparció ajonjolí negro y para finalizar colocó unas hojas de menta en el arroz.
Para el otro plato combinó el pescado que estaba cortado en cubos con la flor de Jamaica, la combinación la puso en un molde circular para que tuviera una mejor presentación. En el fondo del plato puso un abanico con las setas, encima y al pie de las setas colocó el pescado con la flor de Jamaica.

- Oye que rico, la combinación de las setas con el pescado… que rico.
- A ver… si esta bueno verdad…

Postre

Queso camembert en salsa reducida de frutas silvestres.

4 días después…

- Gracias por esa cena fantástica a la que me invitaste sin apenas conocernos, estuvo deliciosa.
- De nada, fue un placer ¿sabes? he estado pensando mucho en eso y creo que lo mas sabroso de todo fue la compañía…

 

A mí me encantó verle cocinar y acompañarle en mi día libre desde Torre España al mercado de Fuencarral para comprar cosas que ni yo sabía que existían. No podía dejar de mirarle, era expresivo con la gente, sonreía a todo el mundo, sabía lo que quería, lo olía, lo miraba y regateaba el precio como nadie. Mientras cocinaba no paraba de hablar en un tono muy vivaz que me despertó la risa más de veinte veces.

Y sólo tuve la suerte de estar en el lugar preciso en el momento preciso. Me preguntó por una oficina. Le indiqué. Ya sentí algo diferente, por su olor y su sonrisa, su manera educada y tan amable de dirigirse a mi.

Después no volví a saber nada más de él hasta 3 horas después. Reconozco que yo estuve un poco pendiente a su salida. Me crucé con él, le pregunté qué tal todo y qué hacía allí. Me habló de este espacio, le sonreí y me invitó a una cena con unos amigos.

Dudé unos segundos y me dijo: –No es una cita, es una cena y necesito saberlo para comprar los ingredientes-.

Le dije que sí sin pensármelo. Creo que por su olor. Y por su sonrisa.

Y como mi turno terminaba en diez minutos le dije que tomase algo mientras yo recogía mis cosas y le acompañaba al mercado.

A la mañana siguiente llamé a mi madre y le dije: Mamá, me encantan los hombres que cocinan bien…

jueves, 18 de noviembre de 2010

Felicidad controlada por radar

sobrino

Yo he vivido en esta ciudad.

Y he visto durante 320 días seguidos ésta misma puesta de sol, aquellos mismos edificios y este olor un poco a ozono concentrado en ésta estratosfera seminstalada en éste undécimo piso de una calle muy al norte de tu casa.

Y estar aquí para mí significa mucho.

Significa dar un paso de gigante sin convertirme en ningún monstruo. Significa sonreír sintiendo la paz sosegada haciéndome cosquillas en la planta de los pies y causándome universos en el estómago. Significa siendo significante el significado de volver atrás en el tiempo para escoger sólo los momentos que otros ya no quieren para que todo adquiera un sentido ahora más terapéutico y emocional. Y flotar hasta convertirme en algo puramente gaseoso e invisible, efímero y estratosférico.

Nada más llegar, sentí la ciudad muy fría. Se me helaron las manos nada más apearme del tren y sentí un tic en las mejillas. Porque sentí un nervio ajeno, como una actividad frenética y muy vivaz recorriéndome el cuerpo. Todos aquellos lugares, los pasillos y las puertas, las máquinas, las mesas y las luces, todo seguía exactamente igual. Y casi sin apenas esfuerzo pude imaginarme otros momentos. Bendita la imaginación que ha venido a poblar mi regreso momentáneo a ésta ciudad para siempre tuya y mía.

Salí de la boca de metro, subí aquí y dejé mi única maleta diminuta. De repente sentí que había estado caminando muy despacio todo el tiempo. Habían pasado dos horas desde mi llegada y apenas había recorrido 1 kilómetro a pie.

Así que bajé a toda prisa y fui a hacer las cosas que hacía a diario aquel año en el que yo viví en ésta ciudad.

Necesitaba partir de un itinerario. Fui a ver a Juan, el Frutero. A Luis el Carnicero. A Eloisa, la Librera. Macías el de la tienda de tés. A Marina, la mujer de Juan que tenía montado un negocio maravilloso de papel de mil clases distintas. A Martín, un turolense afincado en Madrid casi por obligación. Cada día que iba a visitarlo para comprar pescado fresco me hablaba de su tierra y yo a él de la mía. Él decía que aún sin haber nacido en la costa, entendía de pescado como nadie. Bonachón, fuerte y albino de cabello. Un bigote robusto y muy afín a su personalidad y unas manos blancas “detantolavarlas”. Por último debía visitar a Almudena, una joven ovetense de simpatía universal que regenta una tienda de vinos & delicatesen. Gran parte de lo que sé de vino es gracias a ella. Lo que desconozco sin embargo es gracias a mi.

Para mí ellos eran mi familia. Durante un año se empecinaron en darme recetas, consejos, conversación, sonrisas, bienestar y más bienestar. Ésta gente forma parte exquisita de mi existencia más estática, de esa que hace a uno botar de escalón en escalón como si tuviese una especie de sandalias aladas o algo así.

Iba con la idea de preparar una cena para tres “3”.

Juan me recomendó unas exquisitas mandarinas, que con chocolate quedaron deliciosas. Luis me regaló unos nudillos de ternera. Eloisa me ha dejado en herencia un libro encantador de Eladio Orta. Macías me recomendó el mejor té vietnamita de todos los tiempos. Marina me dió unos pliegos de papel muy bello sobre el que haré unos dibujos con tinta antes de que termine el año. Martín me regaló un pulpo espectacular a razón de que le llevase una pequeña ración para que la probase y Almudena me regaló una caja de tres vinos que horas después desaparecieron entre risa y risa.

Feliz porque Luis sonríe cuando me habla de su nuevo amor después de quedarse viudo hace 9 años. Y le brillan los ojos de una forma muy especial, siempre y cuando a ese brillo yo le llamo ilusión y erotismo.

Feliz porque Juan ha tenido un niño precioso y se le cae la baba enseñándome una fotografía que siempre lleva en el bolsillo de su delantal.

Feliz porque Eloísa quiere editar un libro y su sonrisa bien vale una misa. Adoro su sonrisa.

Feliz porque Macías sigue oliendo un té y cerrando los ojos antes de venderlo.

Feliz porque Martín dentro de 2 años regresará para siempre a su tierra amada.

Feliz porque Almudena sonríe con costumbres de sol en su sistema cuando me habla de su futuro viaje a China y me invita a ocupar un espacio entre sus maletas.

Feliz porque la felicidad es darse cuenta que nada es demasiado importante.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

shut down

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Dejan de ser estilos acuoxigenados para convertirse en el tachan femenino de unas nalgas que son cientosetentacentimétricas hasta el último haz de cabello visible.
El formato de un pezón más o menos silvestre, los azúcares y el sudor una vez hecho de ambos.
De aquel fulgor sobre las sábanas sólo te queda el símbolo londinense de nubes de media tarde, algún que otro cúmulo, estratos y cirrostratos con sabor a amarga mentira.
Y que las nubes nos otorguen la vida que nunca tuvimos. Y el rumor de las fuentes nos haga fuertes, como un cauce de agua en  época lluviosa.

Que la verdad traiga la paz y la consonancia, aunque en un principio nos destroce como se destroza una nota ya inservible, en decenas de pedazos diminutos hasta dejar de significar algo y ser por fin una parte reducida a nada. Después, esos pedazos, se unirán adquiriendo un significado nuevo, lleno de una vida mucho menos dolorosa y menos traumática al fin.

Porque nunca les diré qué ni cómo, pero les puedo asegurar que, yo, nunca merecí algo así. Lo prometo por Prometeo.

Que la mentira no cause más estragos en el sueño de ningún ser benigno por naturaleza. Tampoco en los malignos. Es decir, que todos vivan en paz y contraigan matrimonio si les place. Que se amen o se destruyan, que se odien, se separen o se lamenten pero en silencio y sin que a mi me llegue ninguna de las posibles ondas expansivas. Que si el mundo acaba para alguien no me lo comunique. Que quien se enamore de repente lo haga sin reducir la vida del vecino a mil pedazos. Que quien no pueda dormir no le estropee el sueño a quien duerme y sueña. Que quien no sabe lo que quiere lo busque con urgencia para que su vida adquiera sentido y no le reste a la de los demás y que, quien lo sepa, lo obtenga sin lanzar al vacío a nada ni a nadie.

Que éste frío me congele el recuerdo y lo bloquee. Que nadie me diga nada más sobre infamias y mentiras, que ya no aguanto ni un rumor más porque no me interesa en absoluto. Que yo no soy ningún cornudo ni ningún apaleado de esos de chiste. Que sólo confié erróneamente pero eso no me crucifica. 

Que nadie oculte información valiosísima nunca.

Que nadie haga de otro un juguete parsimonioso con el que divertirse. Que nadie juegue con los sentimientos de nadie. Y si lo hace, que vaya a la cárcel un día y mantenga el ayuno como castigo.

Que  nadie desee el mal a nadie. Y si alguien lo hace que le sea reflejado sin previo aviso y por partida doble.

Que cuando alguien nos hace daño, ese mismo daño se convierta de manera semi automática en amor derivado a otras partes.

Que yo me recupere pronto de este post mentiratorio.

Que la luz siga siendo una materia físicamente indispensable siempre.

Que lo vivido hoy por mí no se sepa nunca. Es más, si es posible, que alguna fuerza extraña lo elimine de la existencia.

Que a quien elige se le otorgue el beneficio del aplauso. Yo siempre aplaudí a quienes eligen porque elegir es excluir lo que uno no quiere, dando la oportunidad viable de que otra persona lo aproveche con creces.

Y ante todo, que la verdad reine sobre todas las cosas.

Si es posible pediría un último deseo… que la tierra, con permiso del núcleo, me trague ésta noche y me devuelva al exterior cuando todo haya vuelto a su lugar de origen. Y si aún fuera posible pedir algo más, pediría que girase rotativa y traslativamente en sentido contrario, devolviéndome así todo este tiempo que he vivido lleno tristemente de nada.

Desaparezco un tiempo para digerir y porque no me veo con fuerzas para escribir diariamente. Si no regreso, quiero dejar éste espacio a mi madre, que al parecer me está tejiendo un abrigo de lana en estos días sólo porque sabe que me encantan. Y su jersey da mucho más calor que éste espacio.

Te quiero mamá.

lunes, 8 de noviembre de 2010

“Cariño”

sobrino_3

Eran alrededor de las once de la noche. Se había pasado el día entero lloviendo fuera, en eso que otros llaman la ciudad. Debió ser un día sin duda gris, pero no puedo asegurarlo con certeza porque en ningún momento alcé la mirada más allá del horizonte casual de los edificios y las densas avenidas. La gente pululaba por las aceras sin un rumbo fijo, como sorprendida por un otoño que se hizo muy de repente.

Entramos en un lounge café del casco antiguo. Allí no nos esperaba nadie pero por el camino fueron sumándose personas con sonrisa abrumadora que se dirigían hacia el mismo lugar que nosotros. Al cruzar la puerta sentí un fuerte olor a feromonas, perfumes varios y una sensación de bienestar dada por la calidez de la luz y la conversación de la gente.

Entonces cruzamos el habitáculo. Al fondo a la izquierda encontramos a algunos amigos. Los saludamos, nos presentamos ante los desconocidos y cuando quise girar la mirada, allí mismo, encontré sentada al fondo a una impresionante jovencita, con cara de romper todos los platos rompibles. Serena, bella y suspicaz. Me atrajo tanto que no pude dejar de mirarla durante al menos una hora. Tic-tac, tic-tac…el tiempo pasaba y nadie me presentaba a aquella mujer despampanante de sonrisa envolvente con servicio a domicilio y muecas de “si duermes conmigo lo recordarás toda la vida”.

Así que agudicé el ingenio, me quité mi escueto abrigo de advertencia y me encapsulé en el del disimulo. Calculé a conciencia los centímetros que nos separaban y sin pensarlo dos veces pisé su zapato izquierdo, sólo la punta, brevemente, quería tener una excusa diáfana sin llegar a la impertinencia. Sabía que me diría algo. Si no, yo mismo me disculparía. Pero no estaba dispuesto a hacerlo de cualquier forma, porque sentí una necesidad muy primera. Por momentos incluso sentí que aquella chica de ojos casi verdosos se trataba de un espejismo que se esfumaría de un momento a otro.

A los 10 segundos estaba sentado a su lado, sintiendo ahora sí incluso la temperatura de su piel y otras cosas inexplicables.  Ella tenía un aire despreocupado y muy emocional. Sus ojos eran simpáticos, muy limpios y profundos. Su perfume me llegaba en suaves ráfagas de brisa impulsadas por su boca. Debí temblar por dentro creo, y retorcerme mil veces de bienestar, y creo que perdí el norte más de cien veces, hipnotizado.

¿Entonces?. Hablamos de viajar, de inteligencia, de humor, hablamos sobre la importancia de la risa y sobre un pañuelo de cuadros que yo llevaba atado a mi cuello ahora tambaleante y fluido como una espiga o una brizna. Pedimos una copa, nos miramos a los ojos, sonreímos y a partir de ahí la noche se transformó en deseo condensado. No volvimos a saber nada el uno del otro en toda la noche. Sólo al final, ya bien entrada la madrugada, tuvimos un encuentro fortuito en el que probé su boca sin querer. Sentí un enorme espasmo que me paralizó todos los sentidos menos el tacto y por momentos levité de espaldas con la mirada en un punto luminoso y constante que otros no supieron ver.

Después agotamos las horas deseando ver la luz del sol tímidamente asomar por entre los edificios. Con suerte, retrasaríamos nuestra despedida hasta al menos una hora antes del amanecer. Y mientras otros debatían sobre falsedades y ritmos inconstantes, nosotros nos desgarramos la piel a besos.

Mordí sus pies y fue dulce. Mezclé mis miembros con los suyos, retorciendo la carne y las horas. Como el nacimiento de alfo nuevo que viene a salvar un fracaso esta vez anunciado. Me sentí con fuerzas para saltar hasta enfermar de cansancio, de gritar por que sí a los cuatro vientos una buena nueva al fin, de predicar mi deseo en cualquier idioma incluido el hebreo, el latín y cualquier otra lengua vernácula con fines propagandísticos. Fuera, en lo que otros llaman ciudad, un fuerte viento golpeaba las persianas y los altos muros. Mientras esa misma ciudad comenzaba a despertar tímidamente, entramos en un profundo sueño abrazados. Yo, que adoro la mudez, el sonido indispensable a nada, el rumor de la calma en cincuenta metros alrededor. Y sentir su mano buscar la mía, escuchar su respiración ignorando la mía, sentir 3 ºC más difundiendo calor de su cuerpo al mío.

La relajación de haber hecho el amor olvidando que algún día dejaremos de ser lo que somos. Concentrándonos en la materia, en la telepatía de dos cuerpos que se buscan incluso en stand by. Volar desnudo de un espacio a otro de la casa dejando pasar desapercibido el frío y otras constantes vitales que ahora penden de un hilo.

Despertar y despedir. Apagar la calefacción. Tomar un té y una ducha rápida.

[…]

Era inevitable no repetir la escena.

Somos dos actores secundarios que, horas antes, habíamos dejado algunas secuencias incógnitas.
Entró y sentí un fuerte olor a ella. Desvió mi atención por completo. Perdí la orientación y el sentido de la conversación muy de repente. Alli estaba de nuevo. Algo (no sé muy bien qué) quiso que volviésemos a vernos justo en el lugar donde horas antes nos habíamos conocido. Unos centímetros <<más allá>>.

Casi no cruzamos palabra alguna. Ella se sentó en un lugar que le favorecía mucho. Había una luz cenital muy de domingo a cualquier hora. Ella hablaba y yo la miraba intentando disimular. Nuestras miradas se tropezaban una y otra vez maravillosamente. Y digo maravillosamente porque cada tropiezo de unos ojos con otros terminaba en sonrisa mutua. Ella mojaba sus labios frecuentemente y me buscaba cada vez más con sus ojos de ibis. Había más belleza y más deseo en aquellos diminutos instantes que en todas las noches en las que yo había imaginado cosas que nunca sucedieron por fortuna.

Después de un par de horas de agravio inconsistente y de un sufrimiento adquirido de memoria, me desquité de toda la culpa y el daño y regresé a su lado. Sólo allí me sentía como en casa. Hablamos y vivimos juntos tres horas más. Llevaba 48 horas sin dormir, mi cuerpo empezaba a evaporarse poco a poco y cualquier fuerza análoga  a mi mismo, pasó a ser un voz en off que ya no relataba nada lógico. Pero algo en ella me mantenía despierta. Su interés por mí, su carácter, la ternura con la que me sonreía y una conversación siempre express que nos llevaba deambulando de un lado a otro del hemisferio.

Visité su casa. Era tal y como la imaginaba. Cálida, acogedora, diáfana… Luminosa y muy horizontal. El tiempo dejó de considerarse en horas y volvimos a dormir juntos hasta otro nuevo amanecer. Y así dos días más en los que sentí como parte de aquellos espacios me pertenecían. El tiempo transcurrido entre un espasmo y otro, entre el sol y el no sol entrando por una de las ventanas mientras ella me decía que le encantaba verme ahí, dándome el sol por doquier”.

Así que ella también se hizo dueña de mis espacios, de mis posturas al sol y de mis primeras y más últimas palabras del día.

Perseguía un deseo. Ascender. Y su deseo para mí es encantador y enérgico. Alguien que lucha por lo que desea. Que se muestra incombustible ante aquello que se propuso un día porque deseaba cambiar lo que tenía por algo mejor.
Me encanta sentir que no se conforma con lo que tiene, que aspira a más, que es la mejor en su quehacer diario. Que es ordenada y metódica. Que por encima de todo adora la sonrisa y la inteligencia. Que un hombre inteligente que active su cerebro le despierta el apetito emocional y sexual mucho más que un atractivo sin salsa cerebral.

Su deseo es el mío porque su deseo hace que mi deseo sea una realidad. Porque su deseo me hace a mi desearla aún más. Podría decirse que su deseo es mi deseo porque una vez alcanzada su nueva meta obtendrá nuevas sensaciones y satisfacciones que intermitentemente desembocarán en una felicidad muy abundante de la que, seguro, a mi me tocará al menos una parte.

Y la suma de ella más felicidad es igual a algo que a mi me hace volver una y otra vez al principio de este texto. Como un bucle interminable. Y que la historia vuelva a repetirse tantas veces como fuere necesario.

Que de ser feliz no pienso cansarme nunca.

sábado, 6 de noviembre de 2010

mi sitio

calefaccion

¿Que por qué es ese MI sitio? Verás te lo explicaré:
En invierno, ese asiento está lo suficientemente cerca del radiador como para mantenerse tibio... y no tanto como para causar transpiración. En el verano... está directo en el camino de la brisa que se crea al abrir las ventanas allá y más allá... Esta hacia la televisión, en un ángulo no tan directo como para desalentar la conversación; ni tan lejos como para crear una distorsión paralela ni siquiera como para crear un tímido efecto moiré.

Podría continuar, pero creo que me he hecho entender.

jueves, 4 de noviembre de 2010

i’m sorry

sobrino

Solicito el perdón. No voy a decirlo mil veces, con una quiero que sea más que suficiente.

Perdón a quienes me han visto perdido, ineficaz, des humorado, exaltado, distinto. No voy a justificarme, no es lo que quiero. Tampoco es algo que necesite.

Supongo que he sufrido un parón biológico, que incluye espasmos mentales, distorsión del ego y una pérdida casi absoluta del sentido de lo positivo por no hablar del autoestima. Quien permite una falta de respeto prolongada está cavando su propia tumba, por si había alguna duda.
Todo causado por distintos “shocks” de los cuales sólo puedo decir que no merecía ninguno de ellos. De eso siempre estuve más que convencido. Así que por un momento rompo en mil pedazos aquel epitafio que dice que cada cual tiene lo que se merece, porque si bien es cierto, a veces, nosotros mismos nos empeñamos en tener lo que no merecemos, y eso, desemboca en catástrofe. He estado expuesto a un mal redundante durante un largo período de tiempo. La mentira, la falta de tino y del rumor persistente de un “daño excelso porque sí” fueron los síntomas. Los efectos secundarios pueden considerarse todos aquellos que me hicieron revolverme y evaporarme sin fuerza, perder momentáneamente la dignidad y consentir desafortunadamente que se riesen de mi. Pero bienaventurado aquel que se ríe de mi porque bienaventurada es la risa ya de por sí con todos sus complementos.

No por ello dejaré a un lado mi exquisita bondad, el mimo de mi yo con las cosas ni tampoco mi credibilidad ante aquellas otras cosas que sí son creíbles. Porque afortunadamente existe la verdad, sólo se inventa la mentira. Sé que lo que he vivido es una simple anécdota, me gusta sentir que sí, solo eso y nada más. Tan triste que no merece adquirir mayor importancia. Dársela sería dar beneplácito. Y nunca daría beneplácito al mal.

Solicito el perdón a todas aquellas personas a las que no supe escuchar a tiempo porque no me convenía y a las que escuché pero lo hice a destiempo, también a aquellas que rechacé sin convencimiento de causa. A mis padres por haber rechazado suculentas invitaciones los domingos para comer juntos sólo porque me sentía exactamente igual de mal que el día anterior y un tanto descafeinado.

A mi hermano por haberle respondido a medias, sin ganas y con carácter retroactivo y por haberme desentendido de él cuando más me necesitaba.

Perdón a mí mismo por haber rechazado una maravillosa oferta para vivir en Londres. Pero bendigo también haber aprovechado las oportunidades que se me presentaron pero que desafortunadamente dejé ir sin más, embaucado en medias promesas. Estoy seguro de que cualquiera de aquellas oportunidades me habrían hecho mucho más feliz de lo que hoy soy. Pero vendrán más.  

Perdón a aquellas personas a las que creí cuando nunca debí hacerlo, porque haciéndolo les concedí el beneficio de la duda que meses después sería la soga que me proporcionaría un final tan amargo.

Gracias a todos los que me dijeron que no me veían como el yo que habían conocido. Que había desaparecido vulgarmente de lo que un día fuí. Ahora vuelvo a buscar la fiesta y el desenfreno hasta que me agote el cansancio, y si, ya he demostrado cuan peligroso me ofrezco ante lo que me gusta.

Ahora es momento de descargar la culpa, saltar de alegría al menos 3 veces cada 8 horas y diagnosticar los errores, asumiéndolos y dándoles una bendición que los haga ser momentáneamente prioritarios para que se conviertan, en un breve espacio de tiempo, en llanas frases de humor que me hagan sonreír sin que absolutamente nadie sepa por qué ni a cuento de qué lo hago. En el autobús, en el banco, en un paseo interestelar por un parque público o en una fiesta exquisitamente privada.

Ojalá pudiese pulsar Ctrl+z para que todo esto ni tan siquiera hubiese tenido lugar. Si no han probado nunca pulsar Ctrl+z les animo a que lo hagan. Abran un editor de texto como por ejemplo Microsoft Word. Escriban sólo una palabra “Hola”. Guarden el documento. Y ahora continúen escribiendo. Escriban unas 25 palabras de las cuales 24 sean mentiras. Una vez hayan terminado de escribir pulsen la tecla Ctrl de su teclado y manteniéndola pulsada pulsen la tecla Z. Sucede algo tan mágico como espectacular.

Sólo así experimentarán uno de mis mayores deseos en esta noche de primeros de noviembre. Deshacer. Volver al principio. Eliminar cualquier rastro que señale que aquí hubo acaso existencia. 

 
Me equivoqué. Asumo la responsabilidad, la culpa y todo lo que sea asumible.

Ustedes sólo estudien mi solicitud de perdón. Después, hagan aquello que consideren oportuno.

Feliz día.

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