miércoles, 29 de septiembre de 2010

¡Hasta la vista!

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Estimados lectores,
Me voy de viaje.
No se trata de un viaje cualquiera. Es un viaje sin destino, donde embarcaré todas mis emociones, los sentimientos y la razón de ser. Viajar es una buena forma de aprender y de superar miedos y contratiempos. Es el mejor modo para empezar de 0.
Aprovecho para darme mis merecidas vacaciones, diferentes, apostróficas. Benditas por ser inesperadas. 

Salgo una temporada del país en el que llevo viviendo un par de años. Dos años que no me han servido para nada, solo para sentirme engañado, neutro y desvinculado. Ni tan siquiera honrosos para conseguir un motivo entendible y verdadero. Ni amistad... Son las últimas palabras que puedo decir antes de partir y las más tristes. Aunque nunca más volveré a repetir algo así. 
Yo me lo busqué. Soy yo el único responsable. 

La oferta para partir cuanto antes es irresistible, miles de kilómetros por recorrer dejando atrás estos mismos paisajes, estas mismas sensaciones y advirtiendo a cada próximo kilómetro una buena nueva. Estoy seguro de que sí. Es más que cierto que conocido el daño, el huirlo es sano.
Carreteras secundarias, nacionales, parajes, aldeas, gentes y sobre todo, sensaciones. El que está acostumbrado a viajar, sabe que siempre es necesario partir algún día. Hoy es el día.
Estoy a tan sólo 30 minutos de partir y ni tan siquiera sé hacia dónde iré. Norte o sur, este u oeste. Tampoco me importa. No necesito saberlo. He hecho una maleta, breve y sincera. Nada más. Y con eso es más que suficiente.
Todo indica a que voy a perderme, y créanme que es lo que más me gusta de este viaje. Ni tan siquiera llevo navegador. Tampoco me importa. No lo necesito.
No sé cuando volveré. Algún día es posible que actualice desde cualquier lugar, haré todo lo posible.
Creo que hasta será mucho más emocionante, y sé que habrá necesidad en algún momento de decir algo. Porque van a surgir experiencias muy nuevas y muy llenas de cosas y momentos que les ayudarán a entender mucho mejor de qué trata todo este espacio.
Tengo que decirles que ando sorprendido por sus reflexiones. Ustedes escriben demasiado bien. Solo podría decirles que tienen que poner algo más de sí mismos en lo que dicen y hacen o simplemente parecerá que pretenden engañar a alguien. Si mis textos les han gustado es porque dicen algo de mi, refieren la experiencia desde mi yo más íntimo y personal. Déjense llevar un poco más.
Agradecerles una vez más sus correos electrónicos, sus comentarios…
Me gusta sentir que esto que en principio me servía a mi para ser y para comunicarme en otro estadio, sirva también para que ustedes hagan sus experimentos literarios.
Hace 700 días, cuando creé este espacio no imaginaba en absoluto que llegaría a ser fuente de inspiración para gente como ustedes, ni que despertaría tantas y tan bellas cosas en los demás. Algún día les contaré más de una experiencia inigualable de las que me ha dado este blog. Eso, créanme que emociona y mucho.
Y no, para nada pienso que yo tenga un don. No lo creo así. Simplemente tengo la palabra y la aprovecho para expresarme y comunicarme. No es un don, es cuestión de equilibrio, de voluntad, de componer con lo que uno tiene y sabe, tal y como le decía a Cristina hace unas horas.
Mantengan la calma siempre. Y busquen la sonrisa diariamente y ante todo, nunca mientan. Sean ustedes mismos, y si no lo consiguen, hagan un viaje.

Lao-tsé decía que un viaje de mil millas comienza con el primer paso.
Me voy.

lunes, 27 de septiembre de 2010



Gracias a que las cosas no son, ni suceden como quisiéramos, pasan otras.
Gracias a que la vida no es eterna, el sufrimiento esta acotado, es propenso a su declive, y por lo tanto, tiene los días contados.
Por eso es de agradecer y entender, que las cosas, han ocurrido por algo, que por no ser como imaginé, ni estar escritas en mi vida como yo mismo dicté, han acontecido situaciones y personas, que van mas allá del enloquecer, y de la comprensión de la alegría en el ser humano.
Que gracias a estar en posesión del don del olvido, los días no se hacen tan largos, por eso no se bien que es lo que debo hacer, si rendirme y bajar de este mundo para seguir el camino a pie, o asirme a sus espaldas para seguir galopando.
Estoy en duda, ¿o no es para estarlo?, la vida es fácil y sencilla, las dos a la vez, pero nosotros, la complicamos.
No necesitamos grandes lujos como equipaje de mano, para acompañarnos en el viaje del saber, pero si es necesario contar con alguien…que te de fuerzas, que te ayude y te empuje a reflexionar sobre lo que todavía, nos esta aguardando.
Gracias a que las cosas no son, esperamos que alguna vez lo sean, a eso lo llaman ilusión, al conservar la esperanza de que alguna vez, sucedan.

Cada día que pasa estoy más perdido y por tanto, más cerca de conseguirlo. 

sábado, 25 de septiembre de 2010

wake out

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Entre dos edificios situados a ambos lados de la carretera, una nube pasajera se encuentra.
Como es inocua y volátil, nadie le presta atención allí arriba, tan solo se yo de su presencia, y vaga a través de los libres espacios con los que la mirada me obsequia, y con los que el vacío diferencia hogares de casas. Y aunque es momentáneo su paso lento,  pausado el caminar, y débil la huella que deja, yo siempre con sumo sigilo observo su estela, esperanzado de que ella no me vea.
Es su dulzura y ternura extrema, su movimiento firme, sencillo, delicado, eterno su desplazamiento y el tiempo colateralmente casi cesa, y mirándola sugiere, o imaginando recordar me recuerda, que aún conservo parte de la niñez, de la primera vez, de la timidez y la adolescencia, todavía se ruboriza el cielo en su ocaso, cuando el Sol ya, casi no calienta, y la Luna se prepara para la noche, para la que siempre se hace tarde, porque nunca, nunca llega.

Recuerdo muy bien aquella tarde, comenzó así, mirando una nube.

Después recuerdo que bien entrada la noche, hice un viaje exprés que terminaría girando a la izquierda al final de la larga avenida donde nos besamos por primera vez, dos calles al oeste.

Al llegar me esperaba un baño en aquella piscina cristalina y una noche llena de una vida nueva por vivir. Sentir imágenes para recordarlas, como si fuese una hilera de árboles sembrados a lo largo de todo un desfiladero o el sabor de algo exquisito y desconocido.

Me siento feliz de haber sentido las briznas de aquel césped corpóreo bajo mis pies. Feliz de sentirme inquieto, yendo de un lado para otro porque nada podía detenerme quieto en un mismo lugar durante un segundo. De sentirme sumergido en el agua y observarla con deseo desde dentro, como el animal que acecha sigilosamente.

Feliz de haber sentido el cambio de la temperatura del agua cuando ella se aproximaba tímidamente, la variación del sistema solar y todas las isobaras que pudieran dibujarse sobre un mapa cualquiera. Por haber sentido la sensación de inmensidad cuando tuve su boca a tan sólo 2 centímetros de la mía. Como quien busca un día de sol y lo encuentra nada más despertar dándole empujones hasta situarle en medio de un océano.

Lo recordaré siempre tan nítido porque mi cuerpo adoptó un modo distinto, sensible, multiplicando por mil el chasquido del agua de ambos cuerpos deslizándose, de un lado a otro, como un vals semitransparente. Y también el sonido de los árboles y los insectos nocturnos. La luz venida de un rincón al fondo, muy tenue y lejana y el olor a su perfume…

Sentí un impulso muy nuevo y muy intenso y esta vez era de verdad, porque incluso me costaba mantenerme en equilibrio y sentía que se trataba de algo nuevo. Fue una mezcla límpida de otras tantas cosas que me hicieron desear correr, gritar y saltar todo a la vez, hasta perder la fuerza y el conocimiento y dejarme caer. Porque hubo momentos en los que sentí que no pesaba, que pude haber flotado si así me lo hubiera propuesto.

Sentí la vida como elevada a su máximo exponente. Y si tuviera que compararlo con algo lo haría con la felicidad en distintos intervalos. Porque se nutría de una variedad de intensidades y momentos que se sucedían como una música in crescendo.

Felicidad porque yo sentí mi cuerpo tiritar de emoción, de frío y de deseo, y de váyase a saber cuántas más cosas que no me dio tiempo a asimilar. Pero aquel conjunto generó en mí una energía muy potente que por momentos me hizo pensar que eclosionaría y me lanzaría, como un cohete y de una sola vez, hacia el espacio infinito y luminoso, donde nada puede alcanzarse con las manos pero si rozarse con la punta de los dedos...

De repente me ví sobre su inmensa espalda, recorriendo con mis labios todas y cada una de aquellas penínsulas de piel tersa y suave, tibia y diáfana. Y recuerdo que había una luz muy tenue y muy cálida, y su respiración entrecortada seguía el ritmo del tacto y la caricia venida de mi boca, con sus pausas y sus silencios inclusive.

Hubo un momento justo para los dos, donde todo se hizo espuma sobre una especie de orilla imaginaria. Entonces los cuerpos se entrelazaron y sólo supe gimotear en su oído una serie de frases emitidas como en otro idioma, pero que ella entendía y respondía de igual modo. Fue maravilloso aquel momento porque para entonces yo ya sentía que el lenguaje se había hecho lenguaje, sin sintaxis ni significantes.

Al final, el aliento exhausto de nuestras bocas, se convirtió en una especie de niebla dispersa que terminó por adormecernos para, horas después, sin esperarlo, acabar despertando a su lado.

Desperté y vi una luz muy suave entrando por la ventana. Abrí los ojos lentamente y entendí que tenía que guardar silencio. Me quedé absorto contemplando su rostro, liviano y tranquilo, con aquella luz que ahora ya si se me hacía un poco escasa, pero que dejaba ver algo de su superficie. Y volví a sentir ganas de correr, saltar y gritar a la vez, como lo hace un huésped que ha llegado a su hogar, dulce hogar y quiere quedarse para siempre porque siente que no hay lugar mejor ni mucho menos donde puedan vivirse tantas y tan diversas emociones.

Me pasé al menos 10 minutos observándola en silencio… como quien mira una cordillera con sus altos contrastes y su contraluz sugerente. Las siluetas, la tibiedad de las sábanas y el rumor de los viandantes por la calle me hicieron sentir que aquel era un sitio donde mi cuerpo empezaba a tener algo de cuerpo.

No pude resistirme y me abracé a ella cerrando los ojos. Sólo quería transmitirle, en aquel lenguaje universal para los dos, que me gustaba aquello de verme como flotando. Quería agradecerle su temperatura, su paz al dormir, su hospitalidad y su sonrisa.

Entonces, abrí los ojos, me puse en pié y me vestí. Salí de aquel lugar y canté, reí, grité y bailé todo lo que pude. Miraba a mi alrededor para distinguir y admirar lo que habían cambiado las cosas. Esas mismas cosas ahora eran bien diferentes, se habían transformado y ya no presentaban la misma condición que otros días. Y es que cuando uno flota, todo lo que le rodea cambia significativamente. Por ejemplo una maceta se convierte en la primer ser vivo de aquel nuevo universo.

No me siento triste porque no vaya a volver a repetirse, hoy me siento feliz de haberlo vivido aunque solo sea por una vez. Eso es lo verdaderamente importante. Y es que podrán quitarme todo lo que tengo, pero nunca este recuerdo cuanto menos inolvidable.

Ella ahora prepara su próximo viaje, llena la maleta con la parte más imprescindible de sus pertenencias y recorre para orientarse con sus manos, las coordenadas de un mapa, tan distinto al que más de una vez le sirvieron a las mías para recorrerla a ella.
Su destino toma forma, como la escultura de una musa, como los recuerdos y las experiencias moldean la vida de una persona, o las curvas hacen atractiva a una forma cualquiera, un lugar sombrío, tierra de nadie, donde nadie, nadie, nadie la espera.
Yo, me cuestiono la necesidad de esa partida, ¿en busca de que eslabón perdido marcha, cuando sus brazos como regazo, ofrecen la mas sugerente de las cadenas?, ¿acaso no eclosiona más el amor en el agua fresca que en la humedad de esa tierra?, por eso no lo entiendo, pero tampoco me seria útil el conocer la respuesta.
Pero aún así, la ausencia se hará más llevadera al saber que, el único viaje que no admite o conoce la posibilidad de ida y vuelta es el de la vida, por lo que volvera seguro, como año tras año consecutivamente van y vienen las estaciones, para terminar y comenzar siempre, de nuevo, desde la primavera, como el girar de una rueda, como el ir y venir de las olas hacia la orilla, o hacia la arena.

Fue el momento del tacto de las cosas nuevas a los sabores que aún no se reconocen en la lengua, de los ojos que ante una intensa mirada se ruborizan y te ciegan a ti, como la sensación más placentera.
Del cuerpo a cuerpo, al otro lado de la cama, al más próximo al paraíso o al más cercano al cielo.
Del sudor que apelmaza el cabello a tu rostro, a los besos en los que se desvanece y diluye el deseo.
Del aprender a caminar, al aprender a andar por el camino correcto, a descansar y sentarse por necesidad y a no hacerlo para observar el paso del tiempo.

Me gustaría volver a verla algún día sólo para darle las gracias por haber mezclado tantos elementos. Por haberme emocionado y por haber multiplicado por unos días mi vida por dos. Seguro que al ver la cara con la que se lo agradecería, sonreiría.

Y eso es lo más importante.

Creo que debo decirles algo. SI despiertan al lado de una persona tengan cuidado al observar. Es mas que probable que ese paisaje que hoy veis a tan solo 5 centímetros hoy, mañana ya no vuelva a estar.

Descansen. Feliz final de semana.

jueves, 23 de septiembre de 2010

miedo



no-miedo

Miedo.
Hacía años que no escuchaba esa palabra. Reconozco que a mi me causa una extraña sensación. Me duele. Me apaga y me nubla…
Miedo. Tal que así.
Miedo…
¿Qué es el miedo?.
A mi el miedo me produce miedo. Es algo que no puedo evitar. Si alguien me dice que tiene miedo yo asumo la responsabilidad de restarme competencias.
Miedo…una sensación humana que llega cuando menos te lo esperas, cuando menos la quieres o cuando menos la necesitas, pero que siempre te ayuda a ser otro. (Lo decía James Joyce).
Pero ¿miedo a que?, ¿A qué se le puede tener miedo?. Miedo es igual a fobia, a desquite, e incluso algunas personas lo relacionan directamente con cobardía. Una vez leí en un ensayo de Punset que algunas personas hacían desembocar su miedo en una via para evadir responsabilidades. Una especie de “No, yo no hago eso porque me da miedo”.
Pero el que vive con miedo no sabe que realmente lo que hace es vivir a medias y rechazar oportunidades una tras otra. Eso no es malo, pero altera la vida, la condiciona y la reduce en un tanto por ciento considerable.
Hay gente que vive a la defensiva para no sufrir. El sufrimiento es parte de esta vida y no se puede evitar, porque todo ser humano tiene sentimientos y su propio mundo de significados los afecta.
El miedo a la pérdida es el que impide relacionarse mejor. Un encuentro que llega a sorprender, con alguien diferente que produce placer y que hace latir el corazón más rápido, puede ser la vivencia que se estaba esperando, no obstante, aunque la soledad sea la única compañía, antes de entregarse de lleno a esa experiencia comienza a levantarse la barrera automática que se ha creado ante cualquier señal de peligro y se adopta la postura clásica del no compromiso.
Negarse a comprometerse no representa solamente una actitud egoísta de no querer compartir la vida con nadie porque es más cómodo, sino que también tiene un significado psicológico con raíces más profundas; es el miedo a sufrir.
Ni bien dos personas se encuentran, cada una de las dos comienza a especular y a tratar de bucear en el intrincado interior del otro para conocerlo y entonces así poder desplegar toda la gama de artilugios para conquistarlo y si es posible dominarlo.
Pocos son los que se dejan llevar pasivamente frente a un fenómeno tan común y difícil como es la relación de pareja y se atreven a ser como son.
La química del primer encuentro no es casual, porque no somos sólo seres materiales sino también sociales y espirituales, atributos que no sólo están relacionados sino que conforman una unidad armónica, por lo tanto, lo natural tendría que ser que la persona total, tal como es, provoque la misma atracción.
Sin embargo, el fenómeno actual es que las personas estén disociadas, y tampoco se comprometan consigo mismos ni con valores, porque viven en un permanente relativismo, reflejando una apariencia que no concuerda con su forma de pensar, de hacer o de decir.
Es difícil imaginar cómo es verdaderamente una persona así y es imposible llegar a conocerla.
Toda relación es un vínculo que para que llegue a ser profundo necesariamente tiene que basarse en la sinceridad y la honestidad.
La sinceridad y la honestidad son valores que trascienden lo circunstancial, porque forman parte del código ético necesario para vivir en una sociedad y para precisamente evitar el sufrimiento.
El amor es la emoción primera, ya que por amor nacemos y la vida sin amor por temor está incompleta.
Y no me estoy refiriendo solamente al amor de pareja; porque el amor es la forma más perfecta de comunicación con los otros.
Descansen.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

algo contigo

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Si el tiempo acompaña en este domingo de septiembre, tú y yo dejaremos de vernos al amanecer. Yo me vestiré a un lado de la cama y tú en el otro extremo, cada uno sus ropajes. De manera inconsciente yo llevaré tu perfume en mi piel y tú el mío por doquier, en pequeñas dosis aisladas por todo tu cuerpo. Nos miraremos como si fuésemos dos extraños incluso, como si de diferentes especies se tratara. Y al cruzar el umbral de la puerta dejaremos de ser lo que creíamos ser para convertirnos en polvo de estrellas.
Hoy el profesor va a tener que perdonarme pero no tengo otra capacidad hoy que la de escribir lo que escribo. Es mas que necesario, lo prometo.
Porque hoy es uno de esos días en los que vago por ahí como flotando en una especie de seminube precoz, sin enterarme absolutamente de nada. Por momentos siento incluso que pierdo el humor, la sensibilidad en las manos y me duele la cabeza como nunca antes. Se me agotan las ideas y todo huele a fracaso exprés, del que duele al tragar porque hierve. No me siento triste, pero por poco. Hay una mezcla extraña de sensaciones hasta en las tazas y los círculos.
He intentado separarlas en 3 grupos para que dejen de extrañarme tanto y lograr deshacerme de al menos dos y quedarme con una sola para evitar la confusión y el hastío. Normalmente suelo conseguir apartar en cada redil las diferentes sensaciones, y eso siempre me ha permitido tomar decisiones rápidas y acertadas sobre qué hacer y cómo comportarme ante las diferentes situaciones que hayan podido planteárseme en la vida. A todos nos ha pasado alguna vez. Y todos hemos salido más o menos vivos del intento.
Se dice que nuestro instinto es en al menos un 70% fiable. Es decir, que cuando suceden cambios en lo que nos rodea (sean personas u objetos, paisajes o estados) nuestro cuerpo los percibe y los interpreta. Sea el cambio significativamente a un estado mejor o peor, nos adaptamos a él para, sobre todo, modificar nosotros también nuestros hábitos de conducta. Un cambio en algo supone también un cambio de circunstancia.  Los cambios son transformaciones. Y las transformaciones son visibles y perceptibles y requieren de una adaptación en suma. Los motivos son numerosos y evidentes, se trata de una actualización por pura supervivencia.
Llevo varios días eligiendo caminos que no llevan a ninguna parte. Todos ellos desembocan en el mismo lugar de partida. No importa si en uno de ellos me detengo un tanto más, si reflexiono y señalo las cosas más importantes, si me quedo la voz en expresar mi más vivo deseo de quedarme a su lado por motivos que podría enumerar uno a uno durante horas. Da igual, al final, desemboco en la misma salida, la luz me ciega un poco y cuando consigo ver, encuentro los mismos páramos baldíos, y el mobiliario emocional exactamente igual que lo dejé antes de partir de nuevo. 

Aunque este inicio pudiera parecer trágico, mi mente a llegado a su punto más álgido. Ahora que se agota el día y todo se simplifica por descarte de lo que no se ve más allá de un palmo, es cuando siento un remanso de paz inmenso y me siento aún más capaz de todo. Sé mucho mejor quien soy y de qué soy capaz, e incluso si me lo propongo podría trazar un plano exacto de la ciudad tomando como referencia las luces de todas y cada una de las angostas avenidas hasta el centro histórico. Esa sensación no la había tenido hasta hoy. Y lo vivido ha sido una vida mensual tan exquisita que ya nadie podrá arrancármela.
Por eso su distanciamiento, su rechazo y su offside ya no importan. No podemos hacer nada cuando el tren se aleja, nadie va a detenerlo. No podemos. Sólo nos queda agitar el pañuelo desde el andén y recordar los momentos más maravillosos. Lo demás es pura demagogia. Los trenes no se detienen, hay que dejarlos marchar. Tienen un recorrido, una hora de llegada y un destino fijado.
Me resulta liviano metaforizar con los trenes. Creo que lo hago desde que un día tuve que pasarme horas en la estación del Norte de París. Inmensa y muy transitada. Allí pueden verse mil historias de calado diferente. Parejas que se despiden temporalmente o para siempre, matrimonios que se rompen, amigos que se despiden sin saber hasta cuándo. Y todos ellos toman un tren, abandonan la vida presente y se dirigen hacia ese punto de fuga tan alejado en el horizonte. Los que se quedan, suelen darse media vuelta y dirigirse hacia el lado contrario, totalmente opuesto del mapa que dibuja la estación sobre el suelo de París.
Nunca vi a nadie detener un tren, tampoco vi a nadie perseguirlo. Aquellas personas, unas y otras, habían decidido tomar caminos diferentes. Quien se montaba en el tren, se alejaba y definía una nueva vida. Quien se quedaba, pensaba durante algunos segundos y después comenzaba su marcha escaleras arriba.
Me ayuda mucho pensar que hay un tren donde ella está subida y que yo llevo deteniendo unos días. Convencido totalmente de que ella va a decidirse bajar y acompañarme escaleras arriba dirección a los Champs Elysées donde todo es gloria y mazapán. Pero es cierto que cuando alguien monta en un tren no es para bajarse. Eso sólo ocurre en el cine.

Nunca vi a nadie bajarse de un tren a no ser que fuese en su destino.
A veces, nos ocurre que renegamos una y otra vez de asimilar la realidad. La transformamos dándole otros tintes favorables, que nos permitan continuar con la esperanza de que todo irá a mejor. Pensamos que dando lo mejor de nosotros mismos lograremos alcanzar lo que nos proponemos y además con cierto éxito. Pero en el amor eso no sucede tal que así.
Todo lo que hacemos, pensamos o deseamos dependerá siempre de la otra persona. Si esa persona no está, todos los esfuerzos que puedan imaginar de ustedes mismos, multiplicados por cualquier cantidad por muy exagerada que sea, no serán sino absurdos e inválidos.
Es como si ustedes, pretendiesen detener un tren con su propio cuerpo.
Es por ello que lo mejor es que se aparten, piensen unos segundos y continúen escaleras arriba, dirección a los Campos Elíseos.
Siempre es mejor que dejarse arrollar por un tren que nunca, jamás, podrán detener.
Asumir la realidad tal y como es, es el principio de un tiempo mejor que está por venir, es adaptarse para una supervivencia necesaria, tanto mental como emocional.
Tengan un más que feliz día, y, aprovechen el tiempo.
Les agradecería que me enviasen sus trabajos. Sus reflexiones son importantes para mi.
Y gracias por sus comentarios y sus correos electrónicos, muchas gracias.

lunes, 20 de septiembre de 2010

sugar free

sobrino

Queridos alumnos de la Universidad de Bio Bio: Bienvenidos.

Hará un año el profesor Ramírez me propuso escribir en mi blog regularmente a partir de mediados de septiembre y hasta diciembre con la idea de realizar tareas conjuntas con ustedes en este último trimestre en el que entran. Me encanta comunicarles que es este, a partir de hoy y para siempre (una vez termine el curso también), el lugar propicio en el cual ustedes se expresen, coincidan y discrepen, se emocionen, rían, lloren e incluso se ofendan a veces aunque no haya motivo aparente alguno. No duden en ningún momento. La duda es sólo buena cuando el fin de la misma es justificable y no distorsiona la realidad. Recuerden: realidad solo hay una, una de unicidad. Y no es tergiversable, dual ni por lo tanto ambivalente. La realidad es simple. Por lo tanto todo es simple.

Es un placer un año más ser el que prende la mecha, el que hace de sol naciente, el que prepara y dispone la mesa para que ustedes coman. Y con comer me refiero a que lo hagan engullendo con las manos si lo desean, que lo degusten todo (no me cabe la menor duda de que lo harán) y sobre todo que entiendan mi posición de humilde y llano escritor que únicamente creó este espacio para expresarse consigo mismo y para con los demás en un alarde de afinidad con lo que me rodea dentro y fuera de mí mismo. La finalidad era escribir para entender quien soy y las palabras que me conforman.

A la par por lo tanto, quien lo lea, descifrará en gran medida quien soy, y me conocerá en gran medida.

Porque es cierto que nosotros somos las palabras que cuentan lo que somos y desde que el ser humano comenzó a comunicarse con “gestos y gruñidos”, el que no se comunica para con los demás es porque no quiere.

Herramientas siempre hay, desde el propio cuerpo con su expresión corporal, hasta la fonética, el trazo, el clic y las muecas. Todo vale, solo hay que querer.

Todo está perfectamente dispuesto.Solo falta conjugar los elementos y vivir.

Notarán que mis escritos son poco rigurosos. Es una amalgama de circunstancias. A veces imaginadas (porque la imaginación también supone un proceso de comunicación importante) y otras veces textos reales que derivan en formas de expresión literales. Tanto como la vida misma siempre bajo una fotografía que lo condensa todo.

Supongan que las fotografías que van a ver encabezando los textos son las muecas, ese gesto que yo desde aquí no puedo trasladarles (qué mas me gustaría a mi).

Sepan que suelo expresarme con tranquilidad. A veces notarán el ritmo literario un tanto acelerado. Otras veces me sentirán simplemente feliz (suelo estarlo muy a menudo). Triste es probable que también, quien sabe. De todos modos, sea cual sea mi estado, ustedes no me tomen en cuenta el desequilibrio. Siéntanse cómodos, y sobre todo, rían. Eso hará entender mucho mejor el contexto.

Hablando de contexto. No siempre escribo en el mismo lugar. A veces lo hago muy por encima del nivel del mar y otras veces justo a 0. A veces rodeado de océano y otras veces de tierra. Es importante saber desde dónde se escribe (a veces les daré pistas topográficas). Igual que es importante entender que la Ópera de Verdi “Aída” (por ejemplo) fue creada bajo un enorme ventanal con vistas al Cairo. De no haber sido asi, no tendría tintes egipcios que era lo que deseaba el virrey de Egipto que la encargó.

Todo lo que se crea debe ser entendido tal y como fue creado. Es la propia naturaleza de la circunstancia. El amor, aquella cita inolvidable con la mujer de sus vidas, un domingo, la tarde en la que miras al horizonte… son circunstancias que con el tiempo recordamos con la misma sensación con la que fueron vividas. Y la adaptación a todo lo que nos rodea es siempre el mejor remedio para la supremacía de lo que somos: seres humanos con la capacidad de ser seres humanos. Nada más. Cada cual que piense en sus capacidades y en esa medida será un tipo de ser humano u otro.

 

Hoy comienzo con un breve texto (la presentación me ha robado tiempo y espacio). Pero les permitirá trabajar creo con bastante acierto.

Hoy he soñado algo que vagamente recuerdo.

Cuando soñamos (se dice que se sueña siempre pero no se recuerda al despertar) lo hacemos empujados por preocupaciones recientes, sucesos o circunstancias muy vividas por nuestro subconsciente (y nuestro consciente).

Podría decirse que somos seres atolondrados que nos pasamos la vida soñando sin saber muchas veces lo que soñamos. Hay que tener por ello una capacidad firme: la de soñar despiertos. Para ser conscientes de lo que nos aturde de verdad, de lo que nos conmueve, nos excita y nos enfada. De lo que amamos de verdad y de lo que no amamos en realidad. Es mas que necesario ser conscientes de nuestras premisas.

El mensaje debe ser siempre claro: nosotros somos dueños de nuestros sueños. Creamos la circunstancias, somos el cldo de cultivo.

Depende de como vivamos y de qué, así soñaremos. Y soñar además de ser gratuito es necesario.

Quien no sueñe es cierto que descansará mucho mejor. Pero quien sueñe habrá vivido una vida en off.

Ese problema que no solucionamos hoy, en el sueño si podemos darle solución. Heróica a veces incluso. El sueño nos ayuda a proyectar comportamientos y actitudes, nos permite vernos en situaciones en las que nunca nos hubiésemos sentido involucrados. Yo por ejemplo he domado a una pareja de leones de la sabana africana estando yo desnudo. He pilotado un avión de enormes dimensiones en medio de una tormenta en el pacífico. También he volado y he visto a vista de pájaro ciudades que ni si quiera existen. Quiere decirse que mi yo más automático y subconsciente vaga por ahí haciendo cosas que yo nunca podré hacer conscientemente.

A mi me encanta escuchar música en directo en cualquier lugar, preferiblemente las calles, los cuartetos de cuerda o de viento, los acordeones, los teclados la percusión y demás artefactos. Eso es soñar despierto.

Y me gusta porque veo el gesto implícito y eso me hace feliz. Siento felicidad porque yo también me siento inducido por lo que escucho, veo y padezco, y por eso puedo decir que siento. Y esto en suma es lo que me ocurre con una panorámica de la ciudad donde vivo, con un atardecer o con cualquier cosa que haga vibrar mis sentidos.

 

Los sentidos son una base sólida con la que todos nacemos. Unida a ellos está siempre la sensibilidad, que digamos que viene a ser el clúster, el microchip.

Cuando estamos despiertos nos aturden cosas, pero cuando dormimos, lo que nos aturde, se termina y se disipa con un olor a café, con el ruido del tráfico en las avenidas y el rumor de las gentes saliendo de sus casas.

Sean osados, sueñen.

 

Un fuerte abrazo a todos los alumnos que aun habiendo terminado el curso el pasado año, siguen visitando el blog y haciendome llegar todos esos correos tan maravillosos. Muchas gracias.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Hoy ha sido un dia verdaderamente extraño.

Reconozco que hay un viento extremo e intenso que lo azota todo como muy de repente. Y la calma veraniega de otros meses se ha tornado gris y turbia, y los arboles y los pastos se inclinan hacia el sur esquivando la tempestad y el polvo venido de ciudades que no son esta.

Hoy ha sido un día extraño porque he sentido la necesidad de abrazar. Porque solo he sonreído 2 veces, porque me he sentido absurdo y diestro, anodino, representado y olvidado en masa después de 20 días inolvidables. 

Ha sido un dia extraño porque he sentido una especie de fracaso premonitorio, como inducido en dosis.

Es mas que cierto que cuando no vemos o no sentimos algo, creemos que no existe. Y aun lo es mas que cuando un hombre persigue un sueño, todo lo demás se aparta para dejar paso a la convicción.

Luchar por lo que uno desea o quiere aporta beneficencia. Es un estado placentero e indescriptible.

Ustedes pueden vivir desasosiego, mirar hacia arriba y no ver nada, solo una masa gris como encefálica que lo cubre todo. Pueden sentirse protón e incluso practicar algún idioma desconocido bajo la lluvia haciendo como que cantan un siboney u otra pieza musical de antes de los 60.

Lluvia. Espero que mañana, cuando despierte, todo este cubierto de una finísima capa de agua, y espero oler diferente, ver diferente ese horizonte de edificios lejanos dispersos por toda la ciudad.

Voy a hacerlo. Y si lo hago, lo conseguiré.

Duerman mas en paz que nunca. Y con nunca me refiero a todos los días en que fueron felices.

viernes, 10 de septiembre de 2010

Fin de la primera parte

Acabo de ver la estrella fugaz mas inmensa de toda mi vida. Ahora mismo. Hace tan solo unos segundos.
Tal vez haya sido un cometa desintegrandose a su paso por la atmósfera. 
Al fin y al cabo es un rastro mas, pero esta vez si, maravilloso y me atrevería a decir que volverá a repetirse en el futuro. Hay algo inconsistente que me dice que así será. No me cabe la menor duda.

Iluminar con cautela. Sentir la noche como una especie de luminiscencia incandescente en la que los sonidos mas últimos del solsticio lo inundan absolutamente todo. Desde los márgenes hasta los precipicios, las bahías, los cabos y los puertos, las lenguas de arena mercante de las ciudades sepultadas bajo este inmenso manto de estrellas.

Se acerca el tiempo en el que, el vaho en los cristales y los espejos nos permitirá escribir, con un solo dedo y casi sin pensar, novelas muy breves donde dar a conocer lo mejor de nosotros mismos.

Es una forma de decir que la vida, esta vida vista desde tus ojos y los míos, también se transforma en otra forma de vida y con suerte, quizá, se convierta en todas las cosas que cupimos ser y no fuimos.

Advierte sonora la escucha, poner el oído en modo bemol y sentir el frío momentáneo calar por entre los huesos, vertiendose por la piel y las estancias como una música hedionda de un domingo de júbilo en una verbena popular, donde los acordeones y las masas, los saxofones y los percusionistas, te brindan a ti una especie de música paleolítica mientras te meces de un lado a otro del olvido, dando tumbos como por casualidad mientras yo descorcho una botella de aquel vino chileno traído por un visitante en horas bajas.


Sucede muy pocas veces en la vida que, vivimos circunstancias únicas. Una piel, una boca, un susurro o una mirada se convierten a fuerza de fe y deseo en una especie de símbolo muy potente... Puede suceder incluso que a veces resplandezca  por si mismo, como si tuviera luz propia o una energía excesiva y nuclear capaz de destruirlo todo en un solo segundo dejando al descubierto nuestra memoria mas reciente.

Podemos poblar su cama, los espacios mas suyos e incluso a trompicones lerdos y confusos de belleza la piel mas descubierta. Podemos incluso cerrar los ojos y apretar los párpados fuertemente deseando que el tiempo se detenga, por que no, para siempre.

Podemos llegar a sonreír con todas nuestras fuerzas, convencidos de que este y no otro, es nuestro momento. El que se muestra capaz de dejar rastro, como la estrella del principio a pesar de su lejanía.

Entonces nos sentimos de repente en un lugar diáfano y feliz, donde las cosas no tienen un orden lógico sino aparente y muy satisfactorio. Que nos produce sonrisas repentinas mientras removemos el café o visitamos un museo sea cual sea su género.

Dentro brota una sensación nunca antes vivida. 
Y sucede también que nuestros órganos sensitivos y nuestros sentidos por ende, se colapsan. Vemos donde no hay, sentimos donde todo es hastío e incluso nuestro tacto recoge sensaciones exageradas de la realidad. Como si se olvidase de la objetividad y se entregase al espasmo absurdo de sentir solo con múltiplos de 8.

Por eso cometemos errores, porque nuestra percepción de la realidad se ve alterada en suma.

Hay que vivir el momento. Porque el momento es la única unidad temporal que se consume con expectación y verdadera vida.

Puedes esperar 18 meses para vivir un momento especifico. Vivirlo en 2 horas y después, cuando dejes de apretar los ojos fuertemente y los abras, darte cuenta de que, solo hay un momento.

Ahora es momento de marcharme y descansar. Elevar el espíritu y compartir mas cosas con la vida.

Eso si, no pienso rendirme nunca. Seguiré buscando igual que seguimos buscando estrellas incandescentes...

Descansen

viernes, 3 de septiembre de 2010

clouding walk


Flotar. Imagínense si así lo desean, una decena de nubes geométricas.

Aire. Agua. Sentir todos y cada uno de los elementos respirándote a un palmo abismo de la boca. 

Es como mecerse sintiendo los empujes de un viento ajeno. Sentirse como un cuerpo inerte y finísimo, como una especie distinta y no conocida , un microorganismo minúsculo que recorre largas distancias sin previo aviso. Pequeñísimo y volátil. Atento y dispuesto.

Vivir por momentos en un estado de gracia superior, del tacto venido a llamarse divino porque así lo dispone la suavidad de tu espalda, de los dedos clavándose en la carne como quien amasa un pan y te lo ofrece, cálido y recién, mientras gimo de placer en tu oído, como quien evoca a dioses supersticiosos o como quien cuenta un secreto con voz en off. Vivir la temperatura de tu aliento, de tu carne más primorosa.


Cuando pruebo su boca, la mezcla de saliva se convierte en un mejunje contra la artritis por ejemplo, (porque uno se siente más joven que nunca) y contra la somnolencia, y la circulación, la memoria, el estrés, además de contra otros males múltiples.

Porque siento sustancias fluir por el cerebro, como afluentes de enormes ríos adrenalínicos, serotoninicos, dopamínicos, oxitocínicos, finilananinicos, endorfínicos y epirefrínicos.


Si entrelazo tus manos en las mías se forma una enorme península por donde surcan barcos que se dirigen de un lado a otro sin rumbo fijo. 
Entonces hay una especie de trance, como un tránsito muy rápido, un salto lógico de lo normal a lo extraordinario que da respirarte. 

Solo me queda morder tu jugo más espeso, utilizar la sábana con la que se cubre como vela, la tenue luz del amanecer calando por la ventana como símbolo para marcar un rumbo cualquiera y lanzarme estrepitosamente por los precipicios que dibujan tu cuerpo.

Y sólo cuando la temperatura es idónea, yo floto. Y con flotar sirve de ejemplo las nubes o el agua.

Porque navego, y de navegar subyace el deseo de llegar hasta ti de nuevo esta noche...

Descansen. Sonrían. 
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