viernes, 10 de septiembre de 2010

Fin de la primera parte

Acabo de ver la estrella fugaz mas inmensa de toda mi vida. Ahora mismo. Hace tan solo unos segundos.
Tal vez haya sido un cometa desintegrandose a su paso por la atmósfera. 
Al fin y al cabo es un rastro mas, pero esta vez si, maravilloso y me atrevería a decir que volverá a repetirse en el futuro. Hay algo inconsistente que me dice que así será. No me cabe la menor duda.

Iluminar con cautela. Sentir la noche como una especie de luminiscencia incandescente en la que los sonidos mas últimos del solsticio lo inundan absolutamente todo. Desde los márgenes hasta los precipicios, las bahías, los cabos y los puertos, las lenguas de arena mercante de las ciudades sepultadas bajo este inmenso manto de estrellas.

Se acerca el tiempo en el que, el vaho en los cristales y los espejos nos permitirá escribir, con un solo dedo y casi sin pensar, novelas muy breves donde dar a conocer lo mejor de nosotros mismos.

Es una forma de decir que la vida, esta vida vista desde tus ojos y los míos, también se transforma en otra forma de vida y con suerte, quizá, se convierta en todas las cosas que cupimos ser y no fuimos.

Advierte sonora la escucha, poner el oído en modo bemol y sentir el frío momentáneo calar por entre los huesos, vertiendose por la piel y las estancias como una música hedionda de un domingo de júbilo en una verbena popular, donde los acordeones y las masas, los saxofones y los percusionistas, te brindan a ti una especie de música paleolítica mientras te meces de un lado a otro del olvido, dando tumbos como por casualidad mientras yo descorcho una botella de aquel vino chileno traído por un visitante en horas bajas.


Sucede muy pocas veces en la vida que, vivimos circunstancias únicas. Una piel, una boca, un susurro o una mirada se convierten a fuerza de fe y deseo en una especie de símbolo muy potente... Puede suceder incluso que a veces resplandezca  por si mismo, como si tuviera luz propia o una energía excesiva y nuclear capaz de destruirlo todo en un solo segundo dejando al descubierto nuestra memoria mas reciente.

Podemos poblar su cama, los espacios mas suyos e incluso a trompicones lerdos y confusos de belleza la piel mas descubierta. Podemos incluso cerrar los ojos y apretar los párpados fuertemente deseando que el tiempo se detenga, por que no, para siempre.

Podemos llegar a sonreír con todas nuestras fuerzas, convencidos de que este y no otro, es nuestro momento. El que se muestra capaz de dejar rastro, como la estrella del principio a pesar de su lejanía.

Entonces nos sentimos de repente en un lugar diáfano y feliz, donde las cosas no tienen un orden lógico sino aparente y muy satisfactorio. Que nos produce sonrisas repentinas mientras removemos el café o visitamos un museo sea cual sea su género.

Dentro brota una sensación nunca antes vivida. 
Y sucede también que nuestros órganos sensitivos y nuestros sentidos por ende, se colapsan. Vemos donde no hay, sentimos donde todo es hastío e incluso nuestro tacto recoge sensaciones exageradas de la realidad. Como si se olvidase de la objetividad y se entregase al espasmo absurdo de sentir solo con múltiplos de 8.

Por eso cometemos errores, porque nuestra percepción de la realidad se ve alterada en suma.

Hay que vivir el momento. Porque el momento es la única unidad temporal que se consume con expectación y verdadera vida.

Puedes esperar 18 meses para vivir un momento especifico. Vivirlo en 2 horas y después, cuando dejes de apretar los ojos fuertemente y los abras, darte cuenta de que, solo hay un momento.

Ahora es momento de marcharme y descansar. Elevar el espíritu y compartir mas cosas con la vida.

Eso si, no pienso rendirme nunca. Seguiré buscando igual que seguimos buscando estrellas incandescentes...

Descansen

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