martes, 30 de junio de 2009

Abrazo 213

Vivir a veces en una milésima de segundo en la que todo se detiene. La escena en la que se habita, el color de esa misma escena, los olores que pueblan esa misma escena, los sonidos, la temperatura misma...acaso nada se mueve, todo se detiene.

Todo enmudece en cuestión de segundos, dejas de ser consciente incluso de lo que te rodea. Se crea un espacio vacío entre tu cuerpo y otro cuerpo, se detienen incluso los símbolos, las imágenes que tenemos de nosotros mismos también se detienen. Un abrazo contiene la suma misma de una vida, el residuo de amor que nunca cupimos dar o debimos recibir. Un abrazo contiene palabras que nunca se dijeron, espacios nuevos, temperaturas diferentes, olores nuevos.


Me temblaban las piernas y recuerdo que me dolían las rodillas de inclinarme durante horas.

Cuando logré sentarme a descansar miré de lejos y vi cómo mi madre se servía un café en la máquina dispensadora del fondo. Mi madre observada a lo lejos es como una pequeña figura de cerámica, muy escueta y brillante, frágil y muy rápida.


Por un momento me detuve a pensar en las cosas más bellas que podrían haberme sucedido en mi vida. Y en casi todas estaba ella, plausible como siempre y muy vivaz. Pensé en los años que no había estado con ella, desde los 16 años tan sólo la habré visto dos meses continuados. Y eso en 8 años se me estaba haciendo poco mientras ella removía su café diminuto.


Pero todo estaba demasiado en calma, había una luz muy azul como trepando por las paredes, no había nadie en los pasillos, como mucho un rumor como de fiebre turbada y un extraño gemido de las máquinas que sustituyen funciones muy básicas del cuerpo emitiendo la lectura onomatopéyica en forma de un "pi" muy continuo. Era aún de día pero hacía ya un par de horas que se había hecho de noche casi de repente. Así que decidí acercarme a mi madre e invitarla a salir de allí, casi escapándonos para dar un paseo por una ciudad que ya sentía como mía.


Ella accedió. Estuvimos hablando de mi, de lo que añoro y de lo que más odio, de lo que amo y de lo que aún me queda por amar.
Entonces la miré y la vi inundada en lágrimas. Había ahora una luz mucho más ámbar y el sonido de la calle era bullicioso y feliz, pero se notaba en nuestros rostros un zumbido espantoso de las fiebres y los olores a café de máquina de pasillo.


Estábamos exhaustos, ni tan siquiera sé cómo yo mismo me mantenía en pié. Así que decidí tenderle mi cuerpo y extenderle mis brazos. Ella se sentía feliz mientras repetía una y otra vez que tenía todo cuanto podría haber deseado en la vida. Decía que sentía que había construido una casa completa donde poder vivir sintiendo el presagio de una felicidad siempre inmediata en forma de hoguera muy luminosa encendida a eso de las 9 de la mañana un frío día de invierno.


Luego después yo le prometí nieve en polvo y días de invierno con sol, y le dije que en la vida hay amores que nunca deben olvidarse.

Ella se sentó y yo le conté un chiste que había aprendido días antes.


Sonrió y volvimos dentro, y dejamos atrás un bullicio que ya se nos hacía enfermizo, y todo lo que cupimos ser fuera, ya para siempre lo seríamos dentro.

lunes, 29 de junio de 2009

Final con sodio

Sodio. Las lágrimas contienen sodio. El sodio es una sal mineral imprescindible para el funcionamiento neurológico.
Cuando lloramos eliminamos sodio en pequeñas dosis.


Mi abuela tiene el sodio bajo, y eso le procura un bajo rendimiento neurológico. Así que se mantiene casi todo el día en un estado de duermevela casi inconsciente. Empieza a delirar y a sentir que el mundo se hace plano y es transportado por 4 elefantes uno en cada esquina del planisferio.

Levanta los brazos llamando a nombres de otras épocas y pierde toda esa fuerza repentina en cuestión de segundos quedándose de nuevo como inhabitada. Sólo una voz muy pequeña suplica cosas extrañas, casi inentendibles. Balbuceos expirados en los que parece comunicarse con su más último y propio yo.


Hubo un momento en el que supe que le dolía incluso respirar, mantiene el pulso muy lento y a los pocos segundos, muy rápido... es como si pasase un tren de última hora y le agitase por completo la vida y las constantes.
Le suplicaba a mi madre que la sacase de allí y la llevara a su casa, donde había tenido a sus 4 hijos y había visto nacer a dos de sus nietos, donde había criado a 5 de ellos como si fuesen sus hijos y donde había tenido en definitiva una vida feliz llena de cosas siempre por hacer.

Yo, tembloroso por dentro, reconocí una parte de razón en sus súplicas. Y necesité al menos dos horas para comprenderla del todo y acabar rindiéndome, exhausto e incrédulo.
Entonces me di cuenta de que la vida en efecto es un valor cuyo portador tasa. Todas aquellas cosas que dependen de la mecánica y la física (emocional y corporal) tienen un principio y un final. Todo lo que comienza tiene un fin, y lo que no ha comenzado es porque aún está por comenzar. Aquello que se prolonga sin esperanza alguna de vida no es vida y por lo tanto no es ni mucho menos esperanzador, y aun menos merecedor de una atención extrema ni prolongable.


Por eso te dije que me gustan las personas como tú, porque no prolongan aquello que no tiene esperanza de vida.

El amor y el cariño debieran tener siempre una dosis alta de esperanza de vida, pero eso se queda para los incrédulos como yo. Incrédulo si, pero feliz sabiendo cómo y por qué... En la vida hay momentos que nunca debieran olvidarse.


Podría decirse que todos sabemos cuándo nos llega nuestro momento de decir adiós. Sentimos acaso una serie de espasmos que nos evaden a otro lugar donde ya no somos lo mismo ni significamos lo mismo. Parece como si el cuerpo se despojase de una piel que ya no sirve, acuciada por la llegada de un verano misógino que se pega al cuerpo dándote un abrazo tibio y sordo de calor que te hace comprender las cosas más lentamente.
Es entonces cuando tendemos a reencarnarnos en algo nuevo, y lo que unos días antes era imposible ahora se hace inevitable, lo que tanto temíamos ahora se torna agradable incluso y cercano como por obligación. No se ve ninguna luz ni ningún puente extraño, ni ninguna otra puerta lejana ni al fondo. Solo se siente un cambio, en la tempertura misma de nuestro cuerpo, en nuestra percepción de esa realidad que nos mantuvo ahí sin saber por qué ni cómo.


Le cogí la mano a mi abuela y por un momento la apretó con una fuerza que ni tan siquiera me esperaba. Entreabrió los ojos y me dijo balbuceando:- Tú no te enfades, porque eso no sirve de nada-.


Entonces una fuerza vino de dentro a afuera, y me estiró el esófago y me tensó las cuerdas vocales y me causó un nudo persistente que, tanto debió dolerme, que sin darme cuenta se me llenaron los ojos de lágrimas contenidas.

En ese momento borroso uno intuye cosas. No atisba nada con certeza pero intuye que detrás de esa cortina de sodio y agua está el mismo mundo de antes, el nítido, ese que cuando puede te revuelve el estómago y te hace vomitar incluso a veces de alegría.


Después de una tarde muy dura llena de emociones que me llegaban por todos lados, en forma de mensajes instantáneos y de mensajes balbuceados, después de una angustia intensa sin saber cómo ni por qué, apagué el celular, miré por la ventana un puente cercano, respiré más de la cuenta y decidí subir un peldaño, crecer porque si, aliviarme del todo, dejarlo todo atrás sin ni tan siquiera tener que comprenderlo.

Solo así conseguí empezar a repartir abrazos, a dar animos a quien tenía la piel cansada, a tomar café sin que me guste, a reñir lo justo y necesario conmigo mismo, solo así conseguí entender que, estar enfadado no sirve de nada.


Solo hay una cosa que siento cierta: El mar es el principio y el fin de todas las cosas... Me has traido al mar y yo lo contemplo, justo tal y como querías. Debes estar contenta.
Hagamos pues un brindis.

jueves, 25 de junio de 2009

Next End

Como decía John Limböst: el final está cerca. Y un final, aunque no quiera uno acaba llegando. Puede posponerlo unas horas, quizá unos días... tal vez unos meses, otros algunos años... pero el final tarde o temprano acaba llegando y uno no puede hacer nada por evitarlo...

Viene viniendo como un suspiro de estos que le dejan a uno el diafragma exhausto. Llevo 5 meses dando lo mejor de mi mismo para conmigo mismo y con lo que añoraba para siempre.

Es normal mi comportamiento, digamos que desde el principio sabía que estaba frente a una de esas mejores opciones a las que pudiera optar. Y no sé por qué, porque solo es una intuición, mero instinto que no es poco... Y es que me invade la sensación de que causas mucho bien en mi espíritu.


He dejado de planearlo todo en mi vida. Ahora simplemente me despierto por las mañanas y pienso en la luz y en la temperatura que recoge mi cuerpo. Es cuando más sensible me encuentro. Me miro al espejo y me reconozco mejor que antes, me siento más acorde con lo que vivo por dentro, y esta cara de bello durmiente no es otra que la que deja un sueño largo y tendido horas antes de volver a pensar en ti de nuevo, como cada día. Eso reconóceme que debe ser bello...

He cambiado de costumbres sin darme cuenta. Parece que soy más consciente de todo lo que me rodea. Este nuevo ambiente me ha proporcionado ganas de vivir y una incertidumbre muy cálida que me tibia las manos sobre todo cuando escribo.

Quizá ha sido mala idea que yo me haya encontrado a mi mismo y me sienta tan feliz de haber experimentado cambios . Tal vez me equivoqué al idealizar pasajes y fragmentos de tardes repletas de sol en las que estabas tú. A lo mejor debí ser más cauteloso y pensar en otras cosas muy distintas como hacías tú cuando callabas mientras te ibas alejando lentamente... Pero estoy tan feliz sintiéndome así queahora me da incluso pereza desquitarme de esta bendita circunstancia.


Sé que pensarás que soy un incrédulo por mostrarme así, tan al descubierto... hace una semana te invité a que te me insinuaras un poquito más... a que me dejaras ver un poco más allá, que abrieras esa ventana tuya con vistas a un lugar muy acorde con esta ciudad de neón que siento que me lleva y me trae en noches como esta, en la que no encuentro sustantivo alguno para decirte que me has eclipsado porque creo que intuyes igual que yo, vives casi de la misma manera... apostaría a que incluso piensas lo mismo que yo un domingo a las 4 de la tarde... y un jueves a las 6... y un lunes a las 8... influyes con tu cuerpo en los materiales y en las personas, contagias con una risa muy fina y delicada solo lavable con algun tipo de detergente Norit.


Y esa locura exquisita que te rodea me hace pensar que uno puede ser locamente feliz solo sintiendo tu cuerpo tambaleándose sobre un suelo de césped mientras bailas una cancioncilla que yo silbo para ti.


Pero esto es una realidad virtual, y como todo lo virtual, se acaba... y me entristece que se acabe...

Irme así, sin más, como en una foto en blanco y negro de un soldado que al regresar de una guerra encuentra todo tan cambiado que debe empezar una nueva vida lejos de aqui...

Feliz noche. Feliz Puleva

miércoles, 24 de junio de 2009

Tom el Hospitalario

Mi amigo Tom solía ser bastante hospiltalario cuando lo visitaba en su casa de Londres.
Malvivía en una pequeña residencia repleta de estudiantes venidos de todos los lugares del mundo. Chinos, serbios, un ruso, 2 chicas alemanas, una francesa, 1 Letonio y otra chica de Australia que había llegado hasta Londres sin saber por qué ni cómo. Decía en un inglés muy entusiasta que quería darle un cambio a su vida. Y vaya si se lo estaba dando... venía de lo que conocemos como "culo del mundo" "ass of the world baby" le decía yo cada vez que la veía entrar por la puerta mientras ensayaba con Tom una pieza que le había enseñado un Mejicano muy trabalenguista.


Siempre que entraba Tom me recibía con un abrazo muy amistoso y me señalaba con el índice las zapatillas. "Get off trainers Sobrin". El suelo era enteramente de moqueta muy cutre, color salmón. Aquello olía a limpio siempre, aunque venía un hedor a comida oriental de un asiático que había en la misma cera 2 números más abajo en Bridge Street.


A Tom lo conocí muy cerca de la Noria londinense, cruzando el puente, bajando las escaleras por el lado norte del rio dirección Trafalgar Square. Estaba embobado mirando a una turca tocando el violonchelo.
Yo le dije: "Hello guiri" y el me miró y sonrió. Me dijo: "Hello spanish".


Joder, Tom tenía un don especial para saber de qué país era cualquier persona. Yo le dije que los chinos y los japos era fácil saber de donde eran. Y que los asiáticos también. En definitiva no era difícil. Pero recuerdo que una tarde estábamos en Picadilly tomando una cerveza y le dije: Esa chica es indú. Y me dijo: creo que no, parece serlo, pero ella nació en Francia y su padre seguro que es francés.

-Ja!- le dije. Y una mierda Tom. Eso no puede saberse, te has colado.

Él se rió y me dijo: pregúntale.

Me acerqué y le pregunté. Se llamaba Sorine, y en efecto era Francesa. Ella me dijo que yo debía ser Español por mi acento en el inglés. Yo le dije que era Jamaicano pero que habia nacido en España y mi abuela materna era criolla natural del Caribe oriental.

Se quedó fascinada. Yo creo que también me quedé un poco fascinado con ser tantas cosas a la vez y de tantos lugares a la vez. Pero desde luego ese don solo era de Tom y no iba a permitirle que a las primeras de cambio acertara con mi españolismo. Así que le mentí y se lo puse difícil.

Se sentó con nosotros a tomar una cerveza y acabó por darse cuenta de que nosotros eramos personas de humor sencillo. Asi que nos invitó a otra cerveza y nos presentó a Viola, una muy amiga suya italiana de la Roma clásica que decía que quería aprender español porque le parecía una lengua maravillosa.
Tom también quería aprender español, asi que los jueves por la tarde quedábamos en el parque Queen y le enseñaba español como me daba la gana.

A Viola le dije algunas palabras "cordiales" para que se defendiera un mes después en España, en un viaje que iba a hacer con su padre a Almería. Me dijo que como se decía Hola buenas tardes, quiero tomar una coca cola. Y yo se lo traducí a: Hola bartolo, ya me estás poniendo una coca cola.
Ella anotaba en una libretita muy moderna con estampados new age. Vaya chasco debió llevarse cuando pidiera una coca cola en España.


Sé que no fui bueno con ella, pero esa tarde me pilló muy revoltoso y con ganas de divertirme. Y bueno, tampoco es que fuera muy malo que le dijera Bartolo al camarero de Almería.


Tom era un americano raro. De hecho todo indicaba que era un americano. Piel blanca, pelirrojo, con pecas y muy feo. Se ponía las chanclas con calcetines blancos para salir a comprar al Tesco (un supermercado inglés conocido). Aún así, fue mi mejor amigo durante dos meses.

Un día su madre vino a visitarle. Yo pasaba por su casa y se me ocurrió dejarle un par de partituras que habia conseguido en la traducción al inglés. Y allí me la encontré. Cuando la ví creí que era su novia. Pero el nunca me habia hablado de ninguna novia. Si de una chica por la que bebía los vientos que era Finlandesa e iba con el a clases de guitarra clásica. Yo la vi una sola vez en un concierto. Y me hizo pensar que Tom era más raro aún.


Pero su madre era muy bella. Tenía mucho glamour, de hecho le sobraba incluso un poco. Tenía 38 años y parecía tener 25. Se veía muy preocupada por su aspecto físico, porque en una hora se maquilló unas 3 veces. Me miraba muy profundamente, tanto que a veces creía que me quitaba espacio. Era rubia, muy rubia, lo que me hizo pensar que no tendría más de 3 neuronas activas. Pero era interesante todo el culto a la belleza con e que se identificaba y todo ese ritual un poco tramático con el que se rejuvenecía. Su juventud se conservaba intcta gracias a una pequeña cajita de Christian Dior llena de polvos mágicos de diversos colores que le daban un aire a Madame Pompidour.


A la mañana siguiente la "joven" madre de Tom ya no estaba. Se había ido de vacaciones a España, con una amiga que conocío en Marsella en un viaje que hizo para conocer al que se suponía era el hombre de su vida pero que al final no fué porque resultaba estar casado y ella no lo sabía supeditada al engaño mas sanguinario que puede transmitir un Marsellés.


Asi que todo volvía a la normalidad. Tom me dijo que le había gustado mucho a su madre. Y le dije que me alegraba. Me miró y me dijo:-No, me refiero a que le has gustado-. Entonces yo me quedé un poco stopping. La madre de mi amigo Tom, la que contenía su juventud en una cajita de Dior dorada había estado mirándome toda la noche pensando en perversidades de la vida.

Yo solo le dije:-Tom, sería cualquier cosa tuya menos tu padre, eso te lo aseguro-. Y aquella frase lo mantuvo riendo casi toda la tarde.

Tom tenía una risa contagiosa. Era un chaval feliz y despreocupado. No pensaba en otra cosa que dormir siempre que pudiera y comer donuts. Estaba muy delgado. Decía que el nunca había pesado más de 54 kgs cuando le decía que no me podía creer que no estuviera very fatty.


Una mañana recibí un correo electrónico suyo diciéndome que había vuelto a Canadá y que estaba allí viviendo con su padre "los ultimos dias de su vida".
Tom tenía cáncer de médula ósea y había prescindido de todo en la vida menos de seguir vivo para contarlo.


Yo no supe que contestarle en ese momento. Solo le escribí: -Tom, sería cualquier cosa tuya menos tu padre, eso te lo aseguro-.

A los 16 días él me contestó con otro correo electrónico: I'll never forget you Sobrin.

Y yo no pude contestarle ni una sola vez más. Se me quedó el teclado en blanco, no había letras, ni números... nada... me quedé como solapado, anudado... como nadando con el agua al cuello. No podía creerlo...

Hoy me he acordado de Tom, porque a Tom le fascinaba una imagen que había visto de las noches de San Juan en España. El fuego, la gente saltando como loca hediendo a alboroto y deseo. Yo le hablé de esas hogueras enormes, de las playas llenas de gente, de los deseos, de las leyendas de espejos esa noche de San Juan.
Tom se quedaba absorto escuchándome, le fascinaba tanta alegría.
Era Tom, el hospitalario en el mundo.

domingo, 21 de junio de 2009

Sentirse Superman|Feel Superman

Hace un mes y sin saber cómo, me vino a mi vida la idea de que en cierto modo podría dejar de vivir en cualquier momento. Ya se sabe, un fallo en la máquina, un accidente muy ridículo, una descompensación el los factores que alteran el producto que nos mantiene en vida... no sé, es una vaga idea, vaga idea que no hay que descartar aunque sea joven y me manifieste a diario con fuerza extrema en mis ganas de vivir.


Una chica que no conozco llamada Amaia me mandó entonces un mensaje desde este blog en el que me decía:

Creo que estás hecho de un material inexistente en la Tierra.Eres ùnico en tu especie. Sigue asi y serás como Superman a lo "español"

Entonces tomé una decisión y me lancé. No quería ser superman ni mucho menos, pero quería dar parte de mi a quien realmente lo necesitara. Ya llevaba años queriendo hacerlo.
Supuse que mis ganas de vivir serían iguales o incluso menores que las de otras personas que, un día tuvieron un hijo y al día seguiente les dijeron que sin "x" órgano morirían a la velocidad de "ya".
Otros quizá contruyeron la casa de sus sueños y les falló el corazón o un pulmón, quizá un riñon, una córnea o una parte de su cuerpo indispensable para la vida.

Habrá otras personas que se unieron a la que hoy es la mujer o el hombre de su vida, y que andan podridos de amor, deseando que la vida continúe sin que nada ni nadie interceda en una vida plena juntos. Qué bello es eso...


Así que sin pensármelo mandé una carta a la asociación de donante de órganos. Dije que donaba todo mi ser, que no quedara nada de mí si así fuere necesario. Cedía así de este modo todos mis derechos, físicos como de imagen.

Mis ganas de vivir sin vida en mí sólo pueden continuarse cediendo esa parte de mi. Que mi corazón siga latiendo un poco más, que mis pulmones sigan respirando un poco más, que mis ojos sigan viendo un poco más, que mis riñones sigan realizando sus funciones hepáticas un poco más, y mi hígado también, y parte de mi piel, y si asi fuere necesario mis manos también. Mi vida sin mí vivo no sirve para nada, asi que mis órganos aún menos.

Mi cuerpo... no quiero que se pudra, ni que se queme completo convirtiendo en ceniza lo que otros necesitan, o siendo bocado exquisito de parásitos que solo piensan en un festín. Mi cuerpo es sólo un soporte dedicado a la vida, destinado a la vida en la tierra. No sirve ni tan siquiera para vivir en el cielo. Allí por lo qu tengo entendido se nos otorga uno nuevo, con chips nuevos, y si has sido bueno en la tierra incluso te ponen unas alas de serie que te evitarán tener que hacer largas colas de facturación y embarque en aeropuertos.


Qué más se puede pedir...


Sólo he redactado al mismo tiempo un testamento vital con una serie de condiciones muy básicas. A penas tiene 4 puntos, no ocupan ni medio folio, y son los siguientes:


1. Estimado amigo, acabas de recibir una parte de mi que ya no era imprescindible para mi, pero eso no le resta importancia a lo que tengo que decirte. Has recibido unos "órganos felices", acostumbrados a reir mucho y a diario, a tener una vida llena de placeres (que no lujos). Así que te pediré las siguientes condiciones que me alegraría que cumplieras:


1. Si has recibido mis córneas me gustaría que una vez al año al menos vieras durante un día a la mujer de mi vida, que visitaras al menos una vez al mes algún museo de arte contemporáneo y que visitaras Cádiz en carnaval. Este punto va destinado también a los que recibáis alguna de mis orejas.
Visita también el mar, contémplelo relajadamente.

2. Si has recibido mis pulmones, respire aire limpio, da igual el lugar donde lo hagas, sólo respira aire limpio.

3. Si has recibido de mi mis riñones, sólo le digo que los disfrute. Deles cerveza (Cruzcampo a poder ser) asi se asegurará la compatibilidad 100%, porque están acostumbrados a eso. Pero sobre todo a ser felices.

4. Si recibe cualquier otro órgano como el corazón... qué decirle... el corazón dicen que es de cada uno... y que cada corazón es único... pero le aseguro que desde hoy, es suyo y puede hacer con él lo que quiera. Solo le pido que sea feliz, creo que es fuerte y que le dará muchas alegrías. (Por cierto, suele latir muy rápido cuando se siente lleno de vida y alegría, se lo recomiendo).

Para despedirme les digo que no malgasten lo que acaban de recibir. Esto que ahora tienen pueden considerarlo como suyo desde ya, pero no olviden que es lo que les permite seguir vivos, algo que yo ya no tengo, VIDA, y que si hubiera podido habría prolongado al menos 60 años más.


Sé feliz. Y no me esté agrdecido a mi, sino a que un día me dí cuenta de que alguien como usted necesitaba seguir viviendo.

Un abrazo.


Es cierto, uno puede llegar a sentirse como superman sin necesidad de volar suspendido de una capa y sin necesidad de llevar un traje hortera con la ropa interior por fuera, sin necesidad de levantar con un solo brazo vehículos de gran tonelaje o de ir de un lado a otro de la ciudad en algo menos de 3 segundos. Ser un pequeño héroe, sentirse un pequeño héroe, parecerlo e incluso llegar a serlo es posible siendo uno normalmente normal.


Mañana puede que sea yo el que lo necesite. Y no me gustaría tener que esperar, o tener que morir esperando y dejar este mundo que, ¡oh my god! me parece cada día más bello...

Un fuerte abrazo. Dad vida cuanto podáis...

viernes, 19 de junio de 2009

Insinúateme un poco más

Tengo la total certeza de que soy uno de esos privilegiados de la vida que cuenta estrellas sin temor a quedarse ninguna atrás. Uno de esos humanoides que a fuerza de entender lo que le rodea saca en conclusión cosas firmes como que el sol es imprescindible y que la luna es sólo un lugar puesto ahí para fascinar y satisfacer la vista de unos pocos, privilegiados también.


Nunca he tenido la sensación de haber perdido el tiempo, ni tan siquiera cuando una vez estuve 4 días tumbado en la cama de un hospital por equivocación. Allí me llevé una caja de acuarelas, un blog de papel de 230 gramos/pliego y mi libro de apuntes.

No hice otra cosa en aquellos días que pensar. Pensar en ti y en la vida que nunca viviré contigo. Y eso, aunque pueda parecerlo, no es perder el tiempo. Lo siento pero ahora sí, soy pesimista. Me has enfundado el pesimismo a golpe de actitud irreverente.


Perder el tiempo es no sacar nada en conclusión. Perder el tiempo es no aprovechar las oportunidades, prescindir de lo que uno vive como si no fuera con él/ella, estar fuera de las circunstancias por cuenta propia. Perder el tiempo es dar vueltas esperando que caiga la manzana, girar en torno a algo que no existe, como si en el rodeo estuviese la esperanza de que algo llegue a existir a fuerza de dar vueltas y mas vueltas. De ahí nace el incrédulo, el que cree en el milagro inherte. Tambien el dolor de piés en vano, el cansancio de dar vueltas y un posible mareo que perjudique tu salud.

Hasta hoy no he perdido el tiempo, pero tengo que evitar empezar a perderlo desde hoy.
En realidad llevabas esperando este texto dos meses. Ha tardado, pero aqui lo tienes ¿mejor ahora?. Me alegro pues, es lo menos que puedo hacer por ti.

Muchas cosas tienen que cambiar, lo sé. Dame un poco de tiempo.
Feliz fin de semana. Vivid del sol cuanto sea posible.

lunes, 15 de junio de 2009

Huele a ti | smell good

Mi familia dice que soy un optimista de cojones, que ya puede venir negro el paisaje que yo, no dejo de verlo verde y colorido como si con el negro no fuera la cosa.



Una vez me dijeron que era una actitud potencial que yo desarrollaba para evadirme de las circunstancias adversas.


Y una mierda.


Yo no me evado, vivo el momento. Porque creo en la solidaridad que el cuerpo desprende en ciertos momentos, creo en los instintos sobre todas las cosas, y me imagino que esa solidaridad me será de vuelta en forma de milagro obrado y un tato misericordioso.



¿Habéis dormido alguna vez en un hospital? Es casi filántropico. Un hospital huele a muchas cosas, algunas de ellas indescifrables, otras tan desconocidas que requieren más de un esfuerzo para adquirirlas. Un hospital huele dependiendo de la hora del día a alguna cosa u a otra bien diferente. Un hospital huele a sopa caliente, a frutas muy maduras, un hospital puede oler a lavandería y a los 20 metros oler a desinfectante muy potente. Un hospital huele a goma, a perfumes muy suaves venidos de fragancias muy acuosas que se dan en la piel a los enfermos después de un baño matinal con esponjas jabonosas metidas en plástico aislante porque les calma la vida un poco y reanima el proceso.


Un hospital huele a verdura, huele a diabético sonoro, a familiar venido de muy lejos, casi siempre del norte. Un hospital huele a piel tendida sobre una cama, huele a “mañana despertaremos juntos y habremos olvidado este día que ayer parecía que no iba a llegar nunca, pero si baby, como todo llegará a su debido tiempo”.


Un hospital huele a muchas cosas conjuntas, nada es uniforme, los amplios pasillos se extienden como brazos muy sagrados y cada uno de ellos contiene al menos 26 olores bien diferentes. Ninguno se repite, todos se transforman, evolucionan. Un olor a sopa se convierte en olor a sopa ya consumida, un olor a siesta se transforma en olor a verano sin grillos.

Si… es cierto… es triste un verano sin grillos…



No creo en dioses, ni alados ni mucho menos no terrenales. Creo en las cosas tales como el pan, recién hecho cada mañana. Creo en las superficies, en los elementos, en las cosas frías y en las menos frías. Creo en ti, en ti si, que me enseñaste cosas muy frecuentes. A sumar, sin usar los dedos, de cabeza, y el papel solo permitido para números centenares. Y ahora espero que aquello que me enseñaste me sirva para seguir sumando días a tu lado, los que no pude tener por una panda de ineptos que osaron no advertir tu idiosincrasia.



Te me presentabas cada mañana de verano como una pequeña diosa con tus manos siempre tibias de hacer galletas rizadas que siempre estaban calientes. Me tocabas la frente y me despertabas como siempre, con tus manos oliendo a cocina y a luz.


Siempre amé tus manos… hoy te lo he dicho y te has reído muy coqueta, haciendo como si contigo no fuera la cosa. Y no te has olvidado de que yo un verano capturaba peces en la charca para que tú me los hicieses de cena, sentados en el patio donde había más de cincuenta macetas de especies diferentes y mi ropa tendida muy limpia para el día siguiente.



Yo he visto cosas de ti que nunca nadie ha visto, he capturado momentos de ti que me han ayudado a ser lo que hoy soy: un optimista de cojones.



Me preocuparía si donde tú resides no oliera a nada. Pero ahí sigue oliendo a ti, y mientras huela a ti, olerá a cosas por hacer.



Sabes que te quiero.

jueves, 11 de junio de 2009

Fluidos automáticos

Siempre, una cama grande, para disfrutar de las excelencias de dormir acompañado.

Podría considerarse un menosprecio o menoscabo decir que desearía pasarme el resto de mi vida acomodado en una pequeña cama. Los años ya me estaban diciendo lo contrario. Cada día se hace más complejo hacer el amor en ése tipo de recepciones, se salen las piernas, o las rodillas se hincan en espacios prácticamente imposibles. Las cabezas se engarzan apopléjicamente y los deseos que uno transporta a esos mismos mínimos espacios no terminan nunca de ensancharse o de extenderse y terminan, por falta de espacio, suspendidos en el aire, siendo bocado de insecto.

Aunque eso si, podría señalar numerosas ventajas de tan reducidos aposentos. Todo adquiere una pequeña alianza en tales superficies, un caos como de urbe expuesta a un domingo de post excesos. Obliga a los cuerpos a entrelazarse, a mantenerse al alcance más gratuito del contacto y los niños. Y uno se encuentra continuamente obligado a la presencia, no puede acudir en ningún momento a la escapatoria: Una ausencia se haría notar al instante, y daría que pensar más de lo que debiera.

Ella controla cada uno de tus movimientos, se arrima a cada uno de ellos como si estuviese guardando algún tipo de secreto cinestésico o mimético.

Tú amplias el descanso, y sientes que un cuerpo emite pequeñas vibraciones y un pequeño, aunque enigmático, halo de calor que a veces se convierte en vapor que acaba empañando la vista y te lleva hasta el sueño. Se hace agradable ése sueño porque se resuelve con una humedad acalóricamente fría, y porque siempre el calor atonteció al hombre.

El frío progresivo te acerca hasta el hermetismo, a fuerza de conciencia o por defecto de otro tipo de enigmas deshabitados, como si se hinchase el cuerpo paulatinamente, las sábanas se apegan fielmente al cuerpo, entregando tu estancia a una especie de vacío corpóreo. Colecciones de aire que forman un núcleo de rareza, que desemboca en un tierno e intrínseco despertar.

Eres poco consciente, tus movimientos no muestran ni un atisbo de conciencia aún y la mitad del cuerpo se mantiene rígido. La almohada ha adquirido considerablemente un grosor exquisito que inclina la cabeza y curva el cuerpo sin excesos.

A veces pienso que si el ser humano mantuviese el mismo comportamiento a lo largo del día, tan sencillamente placentero, muchas de las cosas que quedan por hacer estarían ya hechas.

La torpeza es inexorable, y todo se ha vuelto automático una vez que uno decide, verticalmente como siempre, encomendarse a un nuevo día. La forma de mezclar el mixto de café, leche y azúcar con la cuchara, el zigzagueo al cepillarse los dientes, la manera de acomodar el calcetín a la anatomía del pié. Y la casa parece que se ha convertido en un mapa, y el que la recorre no encuentra en ella sino un desarrollo de caminos por recorrer para llegar hasta los útiles.

Curiosamente he observado a algunas personas moverse por la mañana recorriendo las estancias de sus casas de un lado para otro. Muchos de ellos me han parecido robots y sé que si alguna mañana tuviese que buscar a alguno de ellos (o a su cuerpo) a las 7:36 no tendría nada más que irme hasta la cocina y remover junto a ellos el sucedáneo.

Si quiero resolver algún sistema plástico, o algún tipo de solución artística decido observarlos desde un lugar alto, como si los viese únicamente a vista de pájaro, eludiendo su personalidad física o sus formas de vestir. Tan sólo aprecio una reducida isla de traje que recubre los hombros y apenas su peinado más superficial, y nunca mejor dicho.

De los movimientos de todos y cada uno de estos individuos, si superpusiésemos una imagen sobre otra y así sucesivamente todos los días, no encontraríamos ninguna diferencia, parece como si una misma fuerza los moviese de una misma forma hasta un mismo lugar cada mañana.

Y más aún si visualizamos, durante un período, a un único individuo, nos daremos cuenta de que siempre repite los mismos gestos. Podría deberse a ése estado de duerme vela que tiende a computar ése tipo de movimientos automáticos, como si formasen parte de una memoria que actúa cuando no funciona nuestro consciente, o funciona a bajo rendimiento.

Y ésa es mi cuestión más exquisita, que me fascinan ése tipo de movimientos mecánicos o memorizados, inconscientes, que permiten que caiga la precisa cantidad de fluido en los recipientes, por ejemplo. Algún fragmento del cuerpo o del cerebro calcula la cantidad de mililitros por segundo y envía un impulso nervioso al brazo y a la mano a su vez y éstos actúan a modo de palanca para verter Si el recipiente rebosa, eso es que hubo algún fallo en el cómputo visual. Un mecanismo de ejecución externo visiblemente sencillo pero impulsado por una red interior infinitamente compleja.

¿Uno se despierta de repente cuando es pequeño con éste tipo de destrezas automáticas? ¿O es la experiencia o la síntesis de repetición la que nos lleva a tales destrezas?

He intentado levantarme muchas mañanas, después de un tendido sueño y me he puesto frente a un lienzo, siempre blanco por supuesto, Si el lienzo se encontrase ya esbozado o con una mínima representación colorista o lineal ya despertaría el intelecto y la reflexión meditada y ya todo adquiriría un carácter premeditado y reflexivo. Otro nuevo sistema que se activa y que ya, no posee ésa libertad gestual ordenada e inconsciente.

Es imposible, la mente se pervierte rápidamente. Así, en el momento en el que trazo una línea, el cuerpo o un estado asintomático detiene a mi cuerpo haciéndome esperar hasta que éste adquiera la suficiente sobriedad como para continuar ejecutando el cuadro.

Pero más allá, la lógica me lleva a pensar que la única manera de conseguir tal fin automático sería superponiendo una única pincelada sobre la otra de la mañana anterior y así sucesivamente.

El resultado puede ser altamente productivo, llevándonos hasta un punto asombroso dentro de la abstracción o de la figuración. El resultado de la superposición de 31 pinceladas ya me mostraba una puesta en escena de algo circundante con colores puros.

Es difícil para el artista esbozar un algo sin sentido, tanto que, a partir del momento en el que el pincel toma contacto con la superficie, en ése preciso momento, la mente adopta una nueva función y lo que era inintencionado, ahora forma parte de una forma de vivir y de ser, de concebir. Aunque estuviésemos dormidos o sintomáticamente en ése estado de duermevela, el trazo seguiría llevando ésa carga personal, seguiría siendo ése vehículo expresivo propio y único.

El arte no sólo requiere una mente despierta, la requiere viva.

Escrito anoche a las 22:35. Me gusta.

Feliz dia

miércoles, 10 de junio de 2009

imbécil

Si ya lo sé, es una palabra preciosa. Es llana, posee una B inconfusa y termina casi como empieza. Todo un canon de belleza... ¡oh! ¡si! ¡sin duda alguna!.


Soy un imbécil.


Y a quien se le ocurra decirme ahora mismo: ¿Ves? Mira que te lo dije... A ese, le contesto... ¿pero qué sabrás tú?. Mira, lo que me pasó es que me incliné demasiado. Me entraron incluso dioptrias, dejé de ver de lejos lo que se acercaba. Y o no supe verlo, o no quise o ciertamente es que empieza a fallarme la vista y me estoy volviendo viejo (que por otra parte lo dudo, porque me siento ultimamente pleno a cada instante).

Hoy no es día para reír. Hoy no. Y que nadie me pregunte por qué ni qué me pasa, por favor, hoy no.
Hoy he sentido calor y frio al instante, tristeza y una pizca de desolación. ¿Cómo dices?
Si, Hirosima in, mas o menos digamos que algo asi.

Y ¡mierda! ¡no me habia sentido nunca antes asi!


Creo que es porque realmente no sé qué lo ocasiona...
En cierto modo es como cuando una mañana te despiertas y huele a café recien hecho y hay un tufo a tostadas muy dominical, y huele incluso a fruta muy de lejos, y uno se imagina más o menos el resultado con los ojos entreabiertos, uno se lo espera. Espera verse con ese café y ese olor ahora más cercano, y con esa tostada muy caliente sobre la palma de la mano. Uno puede esperarse que ese olor es suyo, que ese café es suyo y que esa tostada emite calor muy suyo.


Pues a mi hoy me ha pasado igual. Se veía venir. Y no me lo esperaba, eso si, pero venir se veía venir.


Me siento decepcionado pero feliz, un poco triste pero contento, en algunos momentos siento un vértigo que va desde los dedos de los pies hasta el hipotálamo. Y todo esto tiene una sola palabra que lo resume: Soy feliz.


Soy feliz porque reconozco en mi que algo se mueve en mi interior, porque he aprendido que puedo dar y sacar de mi cosas que pueden sorprenderme gratamente.

Pero he ido al diccionario a buscar "imbécil". Quería saber como se define ese estado en el que me siento.
Y vaya chasco cuando he visto...


imbécil.

(Del lat. imbecillis).

1. adj. Alelado, escaso de razón. U. t. c. s.

2. adj. p. us. Flaco, débil.


Podría ser quizá
gilipollas.
1. adj. coloq. Tonto, lelo. U. t. c. s.

o también

idiota.

(Del lat. idiōta, y este del gr. ἰδιώτης).

1. adj. Que padece de idiocia. U. t. c. s.

2. adj. Engreído sin fundamento para ello. U. t. c. s.

3. adj. coloq. Tonto, corto de entendimiento.

4. adj. desus. Que carece de toda instrucción.



Hoy ha llegado y ha dicho: Puede que tengas razón, quizá es por una serie de cosas que me han pasado ultimamente en mi vida que yo creia que eran tonterias pero no sé, quizá no lo son tanto.

Así que, hoy es un día para olvidar. Podéis ir en paz.

Free counter and web stats