miércoles, 24 de junio de 2009

Tom el Hospitalario

Mi amigo Tom solía ser bastante hospiltalario cuando lo visitaba en su casa de Londres.
Malvivía en una pequeña residencia repleta de estudiantes venidos de todos los lugares del mundo. Chinos, serbios, un ruso, 2 chicas alemanas, una francesa, 1 Letonio y otra chica de Australia que había llegado hasta Londres sin saber por qué ni cómo. Decía en un inglés muy entusiasta que quería darle un cambio a su vida. Y vaya si se lo estaba dando... venía de lo que conocemos como "culo del mundo" "ass of the world baby" le decía yo cada vez que la veía entrar por la puerta mientras ensayaba con Tom una pieza que le había enseñado un Mejicano muy trabalenguista.


Siempre que entraba Tom me recibía con un abrazo muy amistoso y me señalaba con el índice las zapatillas. "Get off trainers Sobrin". El suelo era enteramente de moqueta muy cutre, color salmón. Aquello olía a limpio siempre, aunque venía un hedor a comida oriental de un asiático que había en la misma cera 2 números más abajo en Bridge Street.


A Tom lo conocí muy cerca de la Noria londinense, cruzando el puente, bajando las escaleras por el lado norte del rio dirección Trafalgar Square. Estaba embobado mirando a una turca tocando el violonchelo.
Yo le dije: "Hello guiri" y el me miró y sonrió. Me dijo: "Hello spanish".


Joder, Tom tenía un don especial para saber de qué país era cualquier persona. Yo le dije que los chinos y los japos era fácil saber de donde eran. Y que los asiáticos también. En definitiva no era difícil. Pero recuerdo que una tarde estábamos en Picadilly tomando una cerveza y le dije: Esa chica es indú. Y me dijo: creo que no, parece serlo, pero ella nació en Francia y su padre seguro que es francés.

-Ja!- le dije. Y una mierda Tom. Eso no puede saberse, te has colado.

Él se rió y me dijo: pregúntale.

Me acerqué y le pregunté. Se llamaba Sorine, y en efecto era Francesa. Ella me dijo que yo debía ser Español por mi acento en el inglés. Yo le dije que era Jamaicano pero que habia nacido en España y mi abuela materna era criolla natural del Caribe oriental.

Se quedó fascinada. Yo creo que también me quedé un poco fascinado con ser tantas cosas a la vez y de tantos lugares a la vez. Pero desde luego ese don solo era de Tom y no iba a permitirle que a las primeras de cambio acertara con mi españolismo. Así que le mentí y se lo puse difícil.

Se sentó con nosotros a tomar una cerveza y acabó por darse cuenta de que nosotros eramos personas de humor sencillo. Asi que nos invitó a otra cerveza y nos presentó a Viola, una muy amiga suya italiana de la Roma clásica que decía que quería aprender español porque le parecía una lengua maravillosa.
Tom también quería aprender español, asi que los jueves por la tarde quedábamos en el parque Queen y le enseñaba español como me daba la gana.

A Viola le dije algunas palabras "cordiales" para que se defendiera un mes después en España, en un viaje que iba a hacer con su padre a Almería. Me dijo que como se decía Hola buenas tardes, quiero tomar una coca cola. Y yo se lo traducí a: Hola bartolo, ya me estás poniendo una coca cola.
Ella anotaba en una libretita muy moderna con estampados new age. Vaya chasco debió llevarse cuando pidiera una coca cola en España.


Sé que no fui bueno con ella, pero esa tarde me pilló muy revoltoso y con ganas de divertirme. Y bueno, tampoco es que fuera muy malo que le dijera Bartolo al camarero de Almería.


Tom era un americano raro. De hecho todo indicaba que era un americano. Piel blanca, pelirrojo, con pecas y muy feo. Se ponía las chanclas con calcetines blancos para salir a comprar al Tesco (un supermercado inglés conocido). Aún así, fue mi mejor amigo durante dos meses.

Un día su madre vino a visitarle. Yo pasaba por su casa y se me ocurrió dejarle un par de partituras que habia conseguido en la traducción al inglés. Y allí me la encontré. Cuando la ví creí que era su novia. Pero el nunca me habia hablado de ninguna novia. Si de una chica por la que bebía los vientos que era Finlandesa e iba con el a clases de guitarra clásica. Yo la vi una sola vez en un concierto. Y me hizo pensar que Tom era más raro aún.


Pero su madre era muy bella. Tenía mucho glamour, de hecho le sobraba incluso un poco. Tenía 38 años y parecía tener 25. Se veía muy preocupada por su aspecto físico, porque en una hora se maquilló unas 3 veces. Me miraba muy profundamente, tanto que a veces creía que me quitaba espacio. Era rubia, muy rubia, lo que me hizo pensar que no tendría más de 3 neuronas activas. Pero era interesante todo el culto a la belleza con e que se identificaba y todo ese ritual un poco tramático con el que se rejuvenecía. Su juventud se conservaba intcta gracias a una pequeña cajita de Christian Dior llena de polvos mágicos de diversos colores que le daban un aire a Madame Pompidour.


A la mañana siguiente la "joven" madre de Tom ya no estaba. Se había ido de vacaciones a España, con una amiga que conocío en Marsella en un viaje que hizo para conocer al que se suponía era el hombre de su vida pero que al final no fué porque resultaba estar casado y ella no lo sabía supeditada al engaño mas sanguinario que puede transmitir un Marsellés.


Asi que todo volvía a la normalidad. Tom me dijo que le había gustado mucho a su madre. Y le dije que me alegraba. Me miró y me dijo:-No, me refiero a que le has gustado-. Entonces yo me quedé un poco stopping. La madre de mi amigo Tom, la que contenía su juventud en una cajita de Dior dorada había estado mirándome toda la noche pensando en perversidades de la vida.

Yo solo le dije:-Tom, sería cualquier cosa tuya menos tu padre, eso te lo aseguro-. Y aquella frase lo mantuvo riendo casi toda la tarde.

Tom tenía una risa contagiosa. Era un chaval feliz y despreocupado. No pensaba en otra cosa que dormir siempre que pudiera y comer donuts. Estaba muy delgado. Decía que el nunca había pesado más de 54 kgs cuando le decía que no me podía creer que no estuviera very fatty.


Una mañana recibí un correo electrónico suyo diciéndome que había vuelto a Canadá y que estaba allí viviendo con su padre "los ultimos dias de su vida".
Tom tenía cáncer de médula ósea y había prescindido de todo en la vida menos de seguir vivo para contarlo.


Yo no supe que contestarle en ese momento. Solo le escribí: -Tom, sería cualquier cosa tuya menos tu padre, eso te lo aseguro-.

A los 16 días él me contestó con otro correo electrónico: I'll never forget you Sobrin.

Y yo no pude contestarle ni una sola vez más. Se me quedó el teclado en blanco, no había letras, ni números... nada... me quedé como solapado, anudado... como nadando con el agua al cuello. No podía creerlo...

Hoy me he acordado de Tom, porque a Tom le fascinaba una imagen que había visto de las noches de San Juan en España. El fuego, la gente saltando como loca hediendo a alboroto y deseo. Yo le hablé de esas hogueras enormes, de las playas llenas de gente, de los deseos, de las leyendas de espejos esa noche de San Juan.
Tom se quedaba absorto escuchándome, le fascinaba tanta alegría.
Era Tom, el hospitalario en el mundo.

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