viernes, 3 de septiembre de 2010

clouding walk


Flotar. Imagínense si así lo desean, una decena de nubes geométricas.

Aire. Agua. Sentir todos y cada uno de los elementos respirándote a un palmo abismo de la boca. 

Es como mecerse sintiendo los empujes de un viento ajeno. Sentirse como un cuerpo inerte y finísimo, como una especie distinta y no conocida , un microorganismo minúsculo que recorre largas distancias sin previo aviso. Pequeñísimo y volátil. Atento y dispuesto.

Vivir por momentos en un estado de gracia superior, del tacto venido a llamarse divino porque así lo dispone la suavidad de tu espalda, de los dedos clavándose en la carne como quien amasa un pan y te lo ofrece, cálido y recién, mientras gimo de placer en tu oído, como quien evoca a dioses supersticiosos o como quien cuenta un secreto con voz en off. Vivir la temperatura de tu aliento, de tu carne más primorosa.


Cuando pruebo su boca, la mezcla de saliva se convierte en un mejunje contra la artritis por ejemplo, (porque uno se siente más joven que nunca) y contra la somnolencia, y la circulación, la memoria, el estrés, además de contra otros males múltiples.

Porque siento sustancias fluir por el cerebro, como afluentes de enormes ríos adrenalínicos, serotoninicos, dopamínicos, oxitocínicos, finilananinicos, endorfínicos y epirefrínicos.


Si entrelazo tus manos en las mías se forma una enorme península por donde surcan barcos que se dirigen de un lado a otro sin rumbo fijo. 
Entonces hay una especie de trance, como un tránsito muy rápido, un salto lógico de lo normal a lo extraordinario que da respirarte. 

Solo me queda morder tu jugo más espeso, utilizar la sábana con la que se cubre como vela, la tenue luz del amanecer calando por la ventana como símbolo para marcar un rumbo cualquiera y lanzarme estrepitosamente por los precipicios que dibujan tu cuerpo.

Y sólo cuando la temperatura es idónea, yo floto. Y con flotar sirve de ejemplo las nubes o el agua.

Porque navego, y de navegar subyace el deseo de llegar hasta ti de nuevo esta noche...

Descansen. Sonrían. 

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