jueves, 1 de abril de 2010

quiéreme Please


Me encanta esta frase (si es a las 7 de la mañana mejor aún):

Lo siento, a lo mejor te he despertado... no quería.... pero... yo... es que... verás... pues... resulta... que... Nada. Que quería hacerte sonreír.

Espera. Stop.

Dame un minuto y haré que vuelvas a dormirte. 
(En este momento me pongo en pie sobre la cama y canto un Siboney usando el despertador como maraca)

Shock anafiláctico. Nada de estrategias. Escribir es maravilloso. No es un don, es un doña. Es una capacidad de comunicarse por medio de signos, el lenguaje.
Comunicarse debe ser un intercambio de pensamientos, sentimientos y/o ideas.

Nada preconcebido. Todo es como una especie de memoria de pez. ¡Ploc!

Onomatopeya. Recurso literario mediante el cual se hace sonoro un tránsito verbal escrito. Sirve, entre otras cosas, para llamarte la atención. 
Si, a ti... que es que hace mucho que no me miras... ¿no has visto el tatuaje que me he tatuado?. Valga la redundancia. Pero yo solito. En el baño, mientras me cepillaba enérgicamente los dientes.
Redundancia como repetición voluntaria de una acción con el fin de remarcarla. No se recomienda su uso. 
Aun sin ser recomendado, recomiendo hacerlo. Valga la redundancia.

Una redundancia es tan mal sonante que termina por llamar la atención.

Es como... superman con los calzoncillos por fuera. Es redundante, rojo sobre azul, cálido sobre frio. 

¿Es, en sí, un elemento básico de supervivencia escribir?

Puede. Si en el poder va intrínseco el sobrevivir.

Pero de todos modos, y aunque lo que escribo a veces incluso a mi me sorprende (sobre todo al cabo del tiempo) he decidido no sorprenderme más.

Es una decisión no transitoria. Pensada en sólo 4 minutos y 12 segundos. Suficiente.
No volveré a escribir sobre ti ni volverás a ser actriz de reparto en mis textos.

Decidido
Apostaría a que celebras incluso que no vuelva a escribir sobre ti. ¡Enhorabuena! Si es lo que querías, helo aquí, cumplido tu deseo.

Empiezo a pensar que no deberías haber aparecido. 

Uno aparece porque, para o con el fin de.

Tu apareces sin aparecer.

Creas una especie de halo difuso que si bien, no sirve para otra cosa que para difuminar aún más el presente. Es, literariamente dicho, agua de borrajas.

Empiezo a sentir incluso que te divierte. De hecho ya no lo siento, lo pienso. Ya es de más. Es una pura sucesión de lo anterior. Vienes vestida igual, con las mismas prisas y las mismas pausas. Redundante. Chirriante. Malversante. 

Yo, refiriéndome a mi, no soy quien tu quieres y crees que soy y quizás tú no eres quien yo creo que eres. ¡Qué divertido!.

Mi cabeza de calabaza explica un poco el rumor de lo que siento. Pero estoy más que seguro de que me ves guapo. ¿Como no?

¿Entonces? ¡Ploc!
Memoria de pez.

¿Quienes somos? Somos... las palabras que cuentan lo que somos.

¿Donde vamos a parar? Al lugar de donde vinimos. 

Nada.

¿Y que quieres que haga?

Nada.

¿Entonces? 

Nada.

Pero...

Ni pero ni nada.

¿Me perdonas?

Estás pero-nada.

Y así puede uno pasarse horas y horas, quien sabe si días...

La inspiración es una motivación venida de una energía oculta presente en todas las cosas que nos rodean. Incluso está en las que no nos rodean. Está en una idea, en un recuerdo, en la memoria a veces. Una inspiración es una circunstancia.

Está en lo positivo o en lo negativo de una situación.

Está en el espacio, real y sensible, pensado y materializado donde se disponen todos los elementos, sean éstos visibles o no. 

La combinación y la interacción de dichos elementos puede ser infinita.

Si hay una manzana, un olor a domingo y una textura más o menos densa de tacto, puedo inspirarme o no en cosas relacionadas con dichos elementos o no. Pero si conecto la textura, con el olor a domingo y el tacto más o menos denso y le sumo algo más, puede que surja la energía necesaria que active los campos neuronales, el hipotálamo, los flujos cerebrales, las sensaciones y los sentimientos. Después los recuerdos vendrán en cuestión de diezmilésimas de segundo, y así, correlativamente, se irán activando los diferentes estados emocionales que ponen en marcha la maravillosa anécdota de la inspiración.

En ésta bitácora he escrito poco más de cien textos. De los cuales, apuesto a que más de 24 han sido inspirados por una sola palabra. 

Mandarina, femme, orgasmo, hang out, sun, arándanos... y así muchas más.
Y no porque mandarina en sí posea la suficiente energía para inspirar. Sino porque mandarina en sí, como entidad verbal me recuerda a un preciso instante de mi vida donde tenía un nivel específico de ánimo, de emociones, de olores, de sensaciones... así que mandarina se convierte en título, y si es título adquiere la condición de símbolo. Si es símbolo es un acuerdo que se toma por válido, como un ceda el paso o un stop en condiciones viales.

Solo que en este caso mandarina es un símbolo no universal, sino más bien personal. Y al ser personal adquiere características como la de ser intransferible, única y unitaria.

Puede mutar con el paso del tiempo, madurar o inmadurar. Puede convertirse en punto de inflexión, de encuentro, incluso en virtud o en forma de pensar.


¿que es una situación? inspira... no me digas que no... no es lo mismo cuando lees ésta mandarina que ésta mandarina. 


Ni es lo mismo esta mandarina que ésta otra mandarina.


Porque la mandarina es pequeña. No grande. Y por que es de color mandarina, no de color mandarina (gris). 


Bendita percepción... conos y bastones...


Lo siento si algún acromatópsico (de acromatopsia) está leyendo este ejemplo... 


Por eso tú por ejemplo me inspiras bien. Porque veo todo así como que muy esquemático. Me haces imaginar que también es de suma importancia.¿No crees?.

Un objeto puede convertirse en mil otras cosas diferentes.

Puede llegar a ser impracticable. Sagrado. Penitente. Referente. Tedioso. Agradable. Lo importante es que dicho objeto tenga la propiedad de conectar con el siguiente objeto en la lista de la inspiración.

Una temperatura, un color, el detalle de una fotografía, el tacto de una fruta, piel u objeto, la sensación de una prenda de vestir o de desvestir sobre la piel, la fracción de segundo de una acción, un simple sonido (que sin saber  por qué motivo se convierte en complejo).

Es ahí donde se alían las circunstancias para generar inspiración, cuando una cosa simple se vuelve compleja por circunstancias ajenas a nosotros. Cuando nos damos cuenta, ella, por su forma de ser, mandona, quizás un poco, se convierte en inspiración.


Ella, por sí misma como entidad, más la semisuma de sus circunstancias, genera inspiración. 

Entonces, hablamos de musa.

Y una musa, es un símbolo. Capaz de intensificar la inspiración hasta límites insospechados. 

Yo por ejemplo, me he convertido en una onomatopeya.
¡Ploc!
Memoria de pez.

El ejercicio de hoy es: piensen en algo que les inspire. Después deduzcan si eso que les inspira es o no es para ustedes un símbolo.

Si soy yo quien les inspira tienen un serio problema. Porque eso significaría que soy su musa. Y si soy su musa soy su símbolo. Y los símbolos, deben tratarse como tales.


¿Quiero que seas mi símbolo? Puede...

Por cierto, no aparezcan nunca para no aprecer. Yo les recomiendo que si aparecen después de haber desaparecido lo hagan con el entusiasmo de recuperar el tiempo perdido y de cuantificar aspectos positivos. Para volver al lugar en el que ya estaban antes de regresar, mejor no se muevan. No malgasten energías ni pierdan el tiempo. 

Tengan un feliz día.

Se lo merecen. 







1 comentario:

Anónimo dijo...

A ver si regreso algún día y retomamos (por favor) las conversaciones, que me encantaban y hecho de menos mogollón.

Un besazo.

Espiral

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