martes, 5 de julio de 2011

Tú a Toronto, yo a Cádiz

cabecera blog

Suenan a modo de precipicio, como industrias hechas a base de coconut, marfil en asta u otras especias más o menos afines. Como tú, a Toronto, suena a claxon, a pronto, a despedida hecha de repente, sin tiempo, a músico de manos temblonas porque tú miras, a lámpara en stand by, click - au revòir - ploc - o a carta desde lejos. Suena a mar de por medio, a multitud vestida de azul en vísperas de una fiesta inventada para que tu y yo nos veamos sin que haya un cristal imaginario.

Aquel día en que te vi llegar por primera vez un olor a libro prácticamente ya en desuso inundaba aquella habitación. Cuatro de sus cuatro ventanas estaban abiertas a cal y canto como escotillas a la mar. Y aquello debió hacer que buscases aire por doquier, azul lapislázuli, silenciosa y sigilosa, buscando agazaparte en tu asiento junto a la ventana mientras me mirabas hablar casi sin apenas interés en las intersecciones, ni en los planos ni en cualquier cosa que no fuese tu mirada perdida en algún infinito punto de una cuarta dimensión que debía estar situada en el ortocentro de aquella pizarra claudiofónica.

Me encanta verte sonreír... Creo que disfruto igual que cuando lanzo algo y causa un estrés en el paisaje, o como cuando emito un sonido y represento una emoción que crece conforme se expande la onda y regresa en forma de eco ahora menos denso, más sutil... 

Sentí algo que no olvido ni debo olvidar, cuando escuché tu vocecita pronunciando un: ¡Qué calor!, lleno de onomatopeyas mientras cruzabas la habitación en diagonal. Aquello en mi idioma quería decir: -Bienvenido-, mientras me mirabas pasar de reojo... 

Recuerdo que dejaste un olor tras de ti que no sabía si atribuirte porque justo detrás pasó alguien que vino a confundirme. Días después, en un alarde de sincronía y destreza, quise y pude volver a verte, comprobar tu olor, que venía como un tufo a modo de resplandor aquella mañana de jueves, en un pasillo, mientras hablabas, yo buscaba con la mirada la salida más próxima con vistas a la montaña. Nervioso como un animal rodeado de iones, protones y otras especias, berreando y claudicando en tu favor, rindiéndome casi a tus ojos azules, tu boca "pursuit", tu piel blanca como un invierno en Toronto, tu sonrisa amplia con los labios pegados y tu voz muy diversa y dispersa, y esa inteligencia locuaz y severa, siendo joven tú y siendo joven yo, queriendo ser tu amante por un día, sentir ahora sí tus labios como una prolongación existencial de los míos, como un injerto hecho para dar frutos más intensos, más diversos y más rojos.

Si te pienso se suceden  espasmos como circunferencias una tras otra, tangentes entre sí, siendo mayor la inversa que te toca, como una mano muy mía que jamás te tocó ni para avisarte de mi reciente llegada, ni para darte una bienvenida, ni para tan siquiera informarte de mi temperatura y otras informaciones que siendo secretas eran cuanto menos bellas.

Bellas porque yo si sentí los bellos como escarpias, la nuez como un círculo flotando en el aire sin gravedad alguna y la respiración inconstante por entrecortada y temblorosa.

Tú a Toronto y yo a Cádiz, a crear mareas que te impulsen, a lanzar al mar otros objetos de valor que ya me resultan inservibles. A establecer y estabilizar una temperatura basal similar a la tuya siendo ahora mía. 

Hay una razón fuerte, muy fuerte, que explica por qué hay tardes que tengo una fuerte necesidad de ti. Si tuviese que explicarla diría que es un conjunto de sensaciones que me llevan a, primeramente mirarte, si, así, en stand by, sin mediar palabra, solo direcciones con las pupilas, que se crucen y se toquen, que compartan un punto. Después, besarte, como sólo yo sé, tocando tu piel con la punta de los dedos de un hemisferio a otro.

Y después, creo que sólo me apetece brindar contigo, hablar idiomas totalmente desconocidos para ambos y reír con costumbres de sol.

Creo que todo se debe a que eres la viva imagen de lo que quiero ser. Esa imagen que uno desea y dibuja en cuadernos cuadriculados desde bien pequeño. Y cuando esa imagen coloreada con lápices Alpino se hace real, no hay sistema ni ecuación, ni límite que soporte el deseo in extremis de que en noches como esta, de gracias a aquella casualidad de verte cruzar, ser y estar mirándonos hasta que, por fin, tu boca acabe desembocando en la mía.

Es una sensación que no cambia, un deseo que no cesa. No me preguntes por qué.

Feliz viaje... y si te acuerdas de mi, mandarina femme, házmelo saber.

Un abrazo. Descansen.

6 comentarios:

Sandra dijo...

Estaba leyendo el blog y de repente... veo el nuevo texto... que casualidad...
Chico, estoy enamorada de ti. Vaya texto... con el calor que hace esto sube la temperatura de una manera...

Un beso enorme guapo!

Anónimo dijo...

Hola Jose, soy Espiral, me envías al correo tu móvil? Necesito hablar contigo. Un besito enorme. Sabes que se te hecha mogollón de menos?

a dijo...

mich...

Anónimo dijo...

Un besito desde el otro lado del atlántico :)

Anónimo dijo...

Y sí, yo también pienso que este texto es perfecto..

Claudia C dijo...

Felicidades guapísimo! Quiero que sepas que para mi tu llevas regalándome textos maravillosos casi a diario en este blog... Hoy cumples años... Y me encantaría celebrarlo a tu lado. No he conocido a nadie jamás más especial que tú. Ojalá pudiera disfrutarte como disfruto este blog...
Un besazo enorme, el mas grande de todos los abrazos.
Te adoro guapísimo! ;)

Free counter and web stats