domingo, 18 de septiembre de 2011

Summerend

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Mi abuela decía que existe un viento tibio a media altura que anuncia el fin del verano y da entrada a un equinocio santísimo. Una falsa primavera carente de verde y sabia alguna que viene a morir bien entrado el veranillo de San Miguel.

Veranillo de San Miguel, tibio y húmedo, lleno de tardes pajizas y sombras violetas. De paisajes a través de las ventanas, en los que pueden distinguirse 54 tonos de amarillos distintos. Amarillo membrillo, paja, tierra insolvente, trigo, avena, melocotón, amarillo anclado en el horizonte ahora que ya es bien tarde, amarillo pastizal, pimiento ya muy último, hoja de abedul, almendro, castaño y frutal. Amarillo pardusco de vierteaguas en los andenes, amarillo de óxido ferroso, muy brillante, como la fachada de las casonas altas de cualquier ciudad en Septiembre. Veranillo de vuelta a casa, de libélulas azules y abejas en enjambre produciendo zumbido alrededor de las uvas redondas y tersas, dulces y jugosas.

Sólo queda esperar una tormenta, de rayos y centellas color malva, un cielo turbio muy de repente y una lluvia muy gruesa y fría que llega como un aviso ambulante. Es el summerend, el final del verano, el solsticio más odiado y deseado a la vez por muchos.
Es el momento de despedirse del polvo ya raquítico sobre las hojas, los caminos y las veredas, y de la atmósfera misma. De los vientos del sur hechos costumbre, metidos en la memoria más primera por constantes. Despedirse de las corrientes cálidas y de las bandadas de aves con su vuelo errático dirigido a ninguna otra parte que no incluya y concluya en sombra, agua, sueño y aire. De éste estado de duermevela al que un sol de justicia nos ha tenido sometidos, como se somete una boca a un beso o un viajero a su merecido descanso.

Llega el final de éste verano hecho siglo, catapulta y bálsamo. Del frío en el rostro a orillas del atlántico, las tardes llenas de sol vertido por las calles y el sueño corto por diminuto, alertados por un sofocante y sincero calor hecho siroco que sin moverse, está y nos consume odiosos. El fin de andar vagando por ahí como vaga algo que pesa poco y se evapora. Sin pensamiento ni fuerza para soportar ser abducido por las nubes o el universo mismo. 

Esl el momento de sentir una brisa distinta, que nos recuerde que una vez vivimos un veranillo de San Miguel como este. Un viento a media altura que bienpodría ser un susurro, y que todas las aves, incluído yo, encontremos al fin, un norte magnético que nos lleve hasta tí.

Sean felices.
Descansen.

5 comentarios:

Claudia C dijo...

Impresionante... me has puesto los pelos de punta...como siempre... tengo ganas de verte.
Un beso enorme Jose!

Anytta dijo...

hermoso texto josé querido... besos a la distancia tu amiga que te quiere demasiado. muack

Sandra dijo...

Escribe otro texto por favor... Se te echa tanto de menos..... En estos dos meses me he leído todo el blog 3 veces!
Un abrazo para mi escritor favorito...

Daniela dijo...

Vuelveeeeeeee por favor!!! Vuelveeeeee!

anitta dijo...

que paso, que ya no escribes lindo!!

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