jueves, 30 de julio de 2009

Fantasmas orgásmicos....

No sé a que se debe, quizá a una especia de licitación suprema que se siente en noches como esta, en las que uno se siente, definitivamente, más joven y esa juventud hace que al mismo tiempo uno se conseidere afortunado de ciertos privilegios como una agudeza sobrenatural en el oído y una cierta destreza en las artes de entender cómo se mueve lo que gira el su entorno más próximo.
Hoy he sentido, por ejemplo, varios estados anímicos, por eso he actualizado hoy dos veces en el blog, y eso es raro en mí, que normalmente suelo mantenerme equilibrado y sostenido en un humor nihilista que se mantiene hasta altas horas de la noche, hasta cuando alcanzo el sueño con algún libro que termina por darme la bendición y permíteme el sueño largo y tendido. Por las mañanas suelo mirarme en el espejo y me lanzo una sonrisa a mi mismo. Ya sabes, bienaventurado aquel que se ría de sí mismo porque se reirá dos veces.
Los extremos nunca fueron buenos, y cuanto menos, recomendables. Ahora hace 2 años exactos viví una experiencia inolvidable. Vivía por entonces en la Plaza de la Alfalfa, haciendo esquina con Santa María la Blanca, frente a una pequeña ermita del siglo XVIII muy distinguida por los lugareños de la zona. Vivía en un tercer piso y desde él controlaba media avenida al fondo y situaba perfectamente los cuatro focos importantes de la ciudad. A penas acudía a casa a dormir o a preparar una comida a la semana que espantara cualquier fantasma alimentario. Me pasaba los días recorriendo la ciudad, en casa de Bernardita o de Luis, Javier, Diana o Nino. Habíamos logrado encontrar una especie de karma neutral en el que creábamos cosas importantes.
Cuando acudía a dormir, siempre leia alguna pieza suelta de libros casi siempre cronometrados de pequeño formato que podía perfectamente guardar en mi bolsillo por si en algún momento apeteciérame leer en cualquier rincón obsoleto de la ciudad. ME gustaba llevarlo todo a mano porque a veces se creaban momento muy propicios en los entornos por los que pasaba y sin delirar me sentaba y dibujaba preciosas vistas en mi blog de apuntes.
Pues bien, en casa solía acomodarme en una enorme alfombra repleta de cojines y leía sin sentir ni un solo espasmo de la ciudad. Acaso un pequeño y minúsculo rumor como venido de otra parte y muy esporádico que me servía de run run metódico y adaptable al ritmo de lectura.
A partir de Marzo comenzaron a escucharse ruidos extraños, como laridos que agrietaban mi tranquila coincidencia con el retiro ese espiritual que uno llega a sentir cuando siente que nadie va a entrar por la puerta, que puede leer desnudo y ambivalente, como entregado completamente al resquicio de luz que queda disperso por el habitáculo, como derriiéndose por los cojines hasta adaptarse en forma de un color muy cálido que conduce al sueño casi inevitable.
Los laridos venían de no sé qué lugar, como otro rumor más muy lejano pero presente. Levantaba la mirada y miraba fijamente a las paredes como intentando intuir su procedencia. A veces se hacían dolorosos, como aullidos de un animal desgarrado en pretérito, con un poco de eco y retardo, y sonaba a hueco, a golpe muy seco, a distancia cercana y lejana a la vez. Había noches que me despertaba sintiendo esos laridos como de un alma en ebullición, como si ascendiese piso a piso, por las escaleras, como trepando por las paredes calizas y se colase en mis oídos que poco a poco fuéronse agudizando.
Una noche y otra más, hasta que la ciudad fué haciéndose más silenciosa, siempre a la misma hora unos laridos inundaban mis circunstancias. Sentía un ajetreo que no relacionaba con esos laridos aullables y plausibles a veces. Llegué a sospechar que podría ser un animal desorientado en la noche que trepaba por los tejados, pensé incluso en un sonido mecánico de alguna máquina de la panificadora, pero no podía ser... había más de 100 metros hasta la panadería y no usaban nada de maquinaria. Pensé en el llanto de un bebé, pero el larido era demasiado propenso a no ser de un bebé, era más entrecortado y lascivo, más respiratorio, como si susurrase gritando, expandiendo sentidos y sensaciones no vividas. Eran laridos de experiencias no vividas, de esos que mueven montañas y captan la ateción dentro de un mensaje nocturno.
Pensé en música, en las cañerías, pensé en un reloj, en ruidos ajenos a un ser humano... pero poco a poco fui dándome cuenta de que eran sonidos venidos de una voz, con una identidad muy fina y sosegada.
Bernardita decía que aquellos ruidos eran fantasmas, que ella estaba segura porque en la casa de su abuelo en Chile había escuchado los mismos sonidos y aseguraban expertos que era su abuela.
Luis me dijo que aquello podía ser un balancín colocado en alguna azotea.
Nino me dijo que aquello era, seguramente, un sonido televisivo que emitía una voz de salsa rosa muy coqueta.
Javier me dijo que no sabía lo que era, pero que seguramente se trataba de algun espíritu, porque aquel era un edificio céntrico y podían haber quedado espíritus como frente a la Calle Laraña.
Así que Javier trajo a un amigo del novio de su prima Nerea que había hecho algo de cura en un seminario y se dedicaba a captar las vibraciones de espíritus.
Miró por todos los rincones de la casa. Me ordenó abrir todas las puertas y cerrar las ventanas a cal y canto. Él paseaba por la casa andando repitiendo frases sin sentido. Yo me reía y accedí porque, en el fond, yo sabía que algo no era normal en aquella situciaón que empezaba a colmarme las noches de preocupaciones un tanto alarmantes.
Aquellos ruidos duraban 23 minutos. Eran siempre a la misma hora y duraban aproximadamente el mismo tiempo día tras día.
Yo llegué a desconcertarme un poco, porque no sabía qué tipo de sonido podía reproducirse con tal exactitud. Pensé incluso que era algo programado. Que se reproducía como por inercia y por un control no remoto que venía como anillo al dedo a romperme la existencia.
Llegué a depender del dichoso ruido. Había noches en las que estaba haciendo algo fuera de casa y decia a todos:- Tengo que marcharme, tengo cosas que hacer. Y me iba a casa corriendo como si llegase tarde a una cita y me sentaba y escuchaba el sonido. Agudizaba el oído y pensaba en todas las cosas que podría ser.
El espiritista, un tal Carlos que era Valenciano y de abuelos Manchegos, decía que allí había campos de energía extraños y que sentía la presencia de alguien con mucha fuerza. Que no era peligroso, pero que no se me ocurriera intentar hacer ninguna tonteria espiritual porque podía revelarse contra mi actitud.
Entonces empecé a mosquearme. Resulta que yo pagaba un alquiler en busca de una vida cómoda. Al menos una paz merecida por unos doscientos euros mensuales. ¿Y ahora un dichoso espíritu me va a decir lo que tengo que hacer en mi casa?.
Ya terminé por acostumbrarme al sonido, era constante y muy marítimo. Golpeaba en los tímpanos como las olas, pero mucho más compacto,era jaleante, entumecedor, y a veces daba miedo.
Una noche subí a la terraza a tender la ropa. Eran la 1:13 de la noche, lo recuerdo por que el reloj de la cocina marcaba esa hora. Subí las escaleras ataviado con mi ropa en un stockage de malla. Empecé a sentir el rumor más cerca, cada vez más cerca, y cuando me dí cuenta el sonido estaba a unos pocos metros de mi. Mientras tendía la ropa en un alabre viendo toda la ciudad de fondo, escuché a mi vecina del segundo por la ventana que daba al patio interior y que comunicaba con su habitación.
Y entonces al día siguiente sentí que, los fantasmas, a veces, pueden ser orgásmicos.
Al día siguiente llamé al espiritista, que iba camino de Córdoba y le dije que si, que habia una energía en efecto, pero que esa energía estaba un piso más abajo y que era cinética, movimiento simple vamos.
A Luis le dije que si, en efecto había un balancín, pero que no colgaba de ningún sitio. A nino le dije que aquello no era rumor de salsa rosa, que allí habia salsa si, pero que era bailable, nada de cotillleo nebuloso televisivo.
Al final todos tuvieron razón y ninguno acertó. Solo sé que aquellos orgasmos eran fantasmales y que ese sonido orgásmico, emitido tal así, podría confundirse hoy día con cualquier satélite.
Sonrían, es lo menos que podemos hacer. :)
PD: Gracias Andrea por tus comentarios en el blog, siento no contestarte antes ni más largo ni más tendido, pero es que llevo unos días muy ocupado. Gracias de nuevo.

1 comentario:

andrea dijo...

jajajaja! pero buueeeeno!! vaya con tu vecina...:)
Ya veo que al menos no eres un maleducado... y respondes... oye aver cuando nos vemos que yo ya tengo ganas de verte... :(
muchos besos

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