lunes, 6 de julio de 2009

Green grass

De haberlo sabido, no hubiera dado todo en un principio. No hubiera sido la noche en tu espalda, ni congelandote de frío. De haberlo sabido, me hubiera ido sin decirte nada, no hubiera sido tan duro contigo, y de hecho creo que no habría corazón en la garganta.
Me sobran motivos, pero me faltas tú esta mañana, y ahora las calles,están llenas de bandidos, justo cuando necesito de tu madrugada.
Te diría una vez más que me lleves a ver salir el sol desde todos los portales de la luna.
¡Llévame al puerto y al malecón! y que el cielo se nos llene de gaviotas... alumbrando las noches oscuras. Todas las estrellas que hoy durmieron solas... Desde el rompeolas me acuerdo de ti.
Vuelo controlado, colgado del faro desde donde veo las olas.
Y ahora ya no puedo prestarte mi abrigo ni quitarte la ropa, ni sudar contigo, ni perder la calma, ni decirte las cosas que nunca te he dicho.
Ahora ya no puedo prestarte mis alas, ni perderme contigo, ni mirarte con vicio. Ahora da lo mismo reirse de todo, que llorar por nada.
Llévame a ver salir el sol cuando enrede los cabellos en tu nuca. Llévame al puerto de náufragos y a los muelles que no escuchan tus preguntas, desatando pañuelos de bruma.
Hace algunas horas que perdí la suma. Desde el rompeolas me alejo de ti. Vuelo equivocado, tu voz es el viento que rompe las olas...
Ahora da lo mismo reirse de todo que llorar por nada.
Y da lo mismo porque tú vives siempre en tus actos. Con la punta de tus dedos pulsas el mundo, le arrancas auroras, triunfos, colores, alegrías: es tu música. La vida es lo que tú tocas. De tus ojos, sólo de ellos, sale la luz que te guía los pasos. Andas por lo que ves. Nada más. Y si una duda te hace señas a diez mil kilómetros, lo dejas todo, te arrojas sobre proas, sobre alas, estás ya allí; con los besos, con los dientes la desgarras: ya no es duda. Tú nunca puedes dudar. Porque has vuelto los misterios del revés. Y tus enigmas, lo que nunca entenderás, son esas cosas tan claras: la arena donde te tiendes, la marcha de tu reloj y el tierno cuerpo rosado que te encuentras en tu espejo cada día al despertar, y es el tuyo. Los prodigios que están descifrados ya.
Y nunca te equivocaste, más que una vez, una noche que te encaprichó una sombra -la única que te ha gustado-. Una sombra parecía. Y la quisiste abrazar. Y resultó ser que no era yo.
Así que abrí aranceles y puse en marcha éste tren y me dejé llevar por un transporte. Sólo tuviste que decir "continúa la marcha" y todos los motores se pusieron en marcha y salía vapor en forma de nubes en las que se ahogaba cualquier pequeña ilusión. Eran las 7, hora de partir.
Siempre quise estar tumbado sobre una alfombra de césped sin bichos y que tu me hablaras mientras de tus cosas.
Gracias.

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