En todo hay un ritual, incluso en la forma en que quiero mirarte. Si te acercas despacio, puedes incluso cambiar el tiempo, la dirección del viento y la temperatura ambiente. Hay una capacidad en ti que me entusiasma hasta tal punto que solo quiero cantar o saltar.
Verte y tocarte. Sentirte a un paso abismo del nevero. Recolectar con suerte algo de fruta de tu boca exquisita. Rozarla. Sentirla a veces brisa y otras como un tacto leve y diáfano que lo desborda todo...
Después de tanto tiempo, casi ni me di cuenta de que me acercaba a ella, poco a poco, metro a metro. Cuando la vi acercarse sentí como si todos los órganos y sentidos del cuerpo cambiaran su función por segundos. Sentí latir los ojos, perdí el tacto por momentos y veía sin ver, como intuyendo.
Las calles comenzaron a oler todas a ella. La larga avenida se hizo corta mientras la veía caminar y sonreír. Tímida y diversa, divertida y sonora.
Sentí unas ganas horribles de abalanzarme sobre ella extendiendo los brazos y decirle más de una vez que, lo que ella me causaba, ya no tenía nombre.
Y es que después de tantos meses esperando aquel momento yo me sentía como caminando en otra superficie.
Ahora inúndame. Es lo mejor que podrías hacer.
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