viernes, 17 de abril de 2009

willkommen | tschüss

(Imagen diseñada por José Manuel Sobrino Carrasco. Uso limitado & no comercial. Publicada el 17/4/09)

Dicen las lenguas antiguas extendidas hasta nuestros días que cuando las Españas eran enormemente extensas en tierra y mar, en ellas no llegaba a ponerse el sol.

Las Españas… aquellos dimes y diretes en lenguas vernáculas… aquellos “tú dime que yo te amo”. Bésame hasta que púdranseme los ojos de no mirarte.

Ya sólo nos queda una… y podría decirse que ni queda, porque realmente es absurda la existencia de nombres y líneas imaginarias en la tierra. Una línea imaginaria debe servir para trazar un camino mental, una referencia espacial que nos ayude a desplazarnos y/o ubicarnos en el espacio. Un plano cartográfico, una carta de vuelo, la vía láctea (aunque visible), las trazas del universo entre astro y astro.

¿Pero en la tierra? De qué sirve saber si estoy en Francia o en Alemania, en Kazajistán o en Namibia. Puedo atravesarme el mundo a pié sin saber sobre qué país camino sin que ello dificulte mi marcha o mi viaje. Puedo cruzar 8341 fronteras diferentes (de municipios, provincias, comunidades autónomas, países…) hay tantas líneas imaginarias… tantas como su inutilidad.

Absurdo es el hombre porque pone límites a todo lo que toca. Maldita sea…

Siempre tuve una curiosidad amable que contar de mi vida transfronteriza. Hace dos años viajé a la República Checa para ver a mi amigo Lukas, con el que compartí casa en Inglaterra durante un mes y medio.

Nos hicimos tan buenos amigos que decidí marcharme a visitarlo a Praga (aunque él vivía en Žatecká). Viajé desde Londres en un viaje que me sorprendió por lo económico que era (no llegó a los 80 euros ida y vuelta, creo que aún guardo el billete).

Durante el viaje en autobús (que duró unas 22 horas) pude leer, escribir, dibujar, sonreír, ver tres películas en Inglés, dormirme 4 horas en intervalos de 30 minutos cada 5 horas… hablar con todos los viajeros (todos eran jóvenes estudiantes) y en ningún momento supe si estaba en Francia, en Alemania, en Bélgica o en “ChekeRepúblic” como decía Lukas en un inglés muy rápido trabalengüístico.

Si supe detectar los montes y bosques, las balsas de agua, los frondosos paisajes. A qué trozo de tierra de estado perteneciera me importaba un bledo, un real pepino, digamos que me era prácticamente indiferente. No lo supe en su momento ni quiero saberlo. No lo necesito.

Recuerdo que paramos en una estación de servicio en la frontera entre Bélgica y Alemania. Me bajé del autobús y di un paseo por el lugar con un abrigo de paño gris hasta los ojos (era noviembre y había restos de nieve bastante abundantes pero no mezquinos). Mientras me fumaba un cigarro anduve por la cuneta de la vía de servicio hasta un letrero de color verde con inscripciones en varios idiomas. Nada de español, tampoco era necesario. En inglés decía que tras ese cartel yo estaría pisando suelo Deutschlandés. Al darme la vuelta, y regresar a la estación de servicio vi de cara los carteles señaléticos que había dejado a las espaldas y que no había visto. Ahora veía una señal roja al otro lado de la carretera que decía “Bienvenue” (Bienvenidos a Bélgica) Pues bien, entre el inicio de una señal hasta la otra longitudinalmente en la carretera había una separación de unos 12 metros. Esos 12 metros no pertenecen a nadie, es tierra de nadie. Es de quien la pisa, y con suerte, de quien viva en ella. Miré al suelo y vi una extraña criatura animal de color negro. Tenía una piel muy punzante con pelo muy grueso. Solo pude ver eso de ella, y un hocico muy simpático. Era al atardecer y las luces de los coches al pasar me deslumbraban un poco. Pero pensé: esta criatura vive en un país que quizá es suyo, un país más largo que ancho (12 metros de ancho) pero quien sabe cuan largo puede llegar a ser.

EN esos 12 metros rectilíneos había 2 bienvenidas y dos despedidas. Una bienvenida en alemán (Willkommen) otra en francés (Von voyage) y decía Bienvenue a la vez pero 12 metros más allá. El que viva en esos 12 metros nunca será bienvenido y despedido en cuestión de segundos… al final regresé al autobús sin saber si estaba siendo bienvenido, despedido, willkommenido…

En un momento pisé pues 3 países a la vez. Bueno 2, porque no pude abrirme de piernas 12 metros para pisarlos a la vez los 3, pero no creáis que no lo intenté.

Luego una vez en Praga, viendo el caudal del río Moldava desde la ventana del salón de Lukas pensé en por qué entre país y país hay tanto espacio intermedio. Es para que nadie pueda decir que pisoteó a dos países a la vez. O que estuvo en dos países a la vez… eso sería una locura…

Haga este ejercicio: mire un mapamundi con todos los países delineados. Ahora mire otro de europa solo, más geográfico (no político). ¿Cambia algo?. ¿Se da cuenta de para qué sirven las fronteras? Da lo mismo que estén como que no.

Viajen cuanto quieran, desvívanse por no quedarse quietos en un lugar toda la vida, muévanse, dense prisa, visiten aquellos lugares que ni tan siquiera imaginaron nunca que pudieran llegar a existir, existan hoy sobre una duna desértica y naveguen mañana en un fiordo noruego montados en la proa de uno de esos cargueros de flota. Hagan lo que les plazca con el mundo siempre y cuando lo respeten, pero eso sí, no piensen en fronteras… piensen en que pisan una duna, navegan en un fiordo, pisan hielo glacial (eso quiere decir que están muy al norte o muy al sur de su propia casa), doquier que se encuentren oriéntense mediante/con las estrellas, los puntos cardinales, un mapa sin fronteras, el sol, la temperatura, la humedad en las caras de un árbol… precisen de lo que quieran para ubicarse (que tampoco es necesario). Las fronteras solo sirvieron y se inventaron para determinar el poder de un poderoso, para determinar “qué es mío y que es tuyo”. Pero cuando viaje, si es viajero de verdad, no sentirá que cruza líneas imaginarias, sino que surca un mundo ilimitado.

Si alguna vez nos reciben en otras tierras que sea con una buena copa de vino y sin lluvia. Y si llueve que sean copas de vino.

Willkommen. Denme y reciban un beso. Feliz día.

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