martes, 12 de mayo de 2009

anticrisis zone | plan B

Lo llevaba pensando unos meses. Creo que no fui consciente de lo inmersa que estaba la crisis "in the world" hasta que tuve que cavar la tierra, abonar los espacios, trazar los surcos perfectamente paralelos e instalar un sistema de riego semiautomático (la crisis es muy semiautomática).
Un día de repente me vi coleccionando semillas de diferentes plantas. Primero asimilé el concepto de crisis. Me costó puesto que yo no estaba en crisis, todo lo contrario, me encontraba en un momento pleno de mi vida. Tal vez por eso me dió por coleccionar semillas en vez de quizá,echarme a llorar por los rincones. Lo tenía claro: "No lloros, ni mucho menos lamentos, ahora toca pasar al plan B. Vivir del ecosistema en vez del "sistema".

Así que me puse manos a la obra. Lo tenía todo de cara. El espacio era mio propio, así nadie podría quitármelo, usurpármelo o en su defecto embargármelo. Acudí a una asesoría fiscal que me asegurase 100% que aquello no sería deshauciado en los próximos 7 meses. Como no estaba en crisis me dijeron que para nada ese espacio sería nunca deshauciado a no ser que entre planta y planta contruyese una promoción de viviendas de alto standing con acciones tóxicas de alto riesgo en el Dow Jones.
Me puse a cavar, evidentemente asumí los riesgos.

Lo tenía todo muy claro. Expuse mis limitaciones: 62 m2 de terreno muy estable. 15 lineas de plantación de 7 metros de longitud. Aboceté todo esto en un papel. Dividí los espacios longitudinales y le apliqué una fórmula para obtener un número de plantas por línea. A 40 cm me daban 17,6 plantas por línea que en el espacio total serían 264 plantas. Según los manuales de plantación algunas como el calabacín o la col requerían de un poco más de espacio, así que hallé una media entre la línea 9 y la 13 para aquellas plantas que requerían 55 cm de distancia para el crecimiento óptimo. Examiné el terreno durante la labranza. La parte baja del terreno (zona norte) era más rica en tierra productiva muy arenosa y suelta. A medida que sube el terreno la tierra se hacía más arcillosa y por lo tanto dura, aunque retenía mucho mejor la humedad. Dependiendo de la planta situé un plan de actuación. La tomatera (Lycopersicum esculentum) podía ser situada en terrenos duros por su resistencia y adaptabilidad, pero como es un producto que me encanta, decidí situarla en la zona norte, más rica y enraizable. Pero a medida que subía sembré en la línea 6 y 7 pepinos (Cucumis sativus) calabacines (de este no me acuerdo la traducción latina aunque no es importante tampoco saberlo, uno se lo come igual a la plancha, a la parrilla o rebozado en harina de tempura para que sea más crujiente y severo en el paladar). A continuación sembré berenjenas (Solanum melongena) y pimientos verdes italianos (Capsicum annuum). También pimientos rojos de morfología cuadrada y ajos en las ultimas 3 filas a 25 cmlo que incrementaba la producción en un 18% más por línea.

Antes de hacer agujero por agujero línea por línea, extendí abono natural traído por un amable vecino de sus establos. Volví a mezclar la tierra con el abono. Con una cuerda tracé líneas rectas paralelas a 98 cm de distancia. 15 veces repetí la hazaña. Hacía un agujero, con las manos no más, insertaba la semilla envuelta en turba con el fonículo perpendicular a la atmósfera (de haberlo puesto hacia abajo hubiera fallado el pan B anticrisis pero estrepitósamente además). Después de insertar la planta bien orientada con un recipiente eché 20 cl de agua mezclada con abono triple15 recomendado por el manual. Después cubría la planta con tierra dejando el fonículo a tan sólo 1 cm de la corteza terrestre (superficie). Así hasta 213 plantas. 213 veces el procedimiento exacto, medido, calculado, para que una planta no le recriminara a la otra un centílitro de más ni un mm de menos para llegar a ver el Sol (éste para los egipcios era un Dios, par mi lo es también, para las plantas si no lo es, debería serlo).
Por último, reciclé algunos conductos de goma que mi padre guardaba en el garaje, les hice unos agujeros y puse dosificadores de goteo a la misma distancia que estaba cada planta (40 cm ó 55 cm dependiendo de la planta). Después las conecté todas a una general que bajaba dirección a 16 líneos de olivos espelendorosos. Yo quería ese mismo agua, esas mismas condiciones salínicas y minerales. Así que así lo hice.

Terminé agotado, exhausto. Algunos que pasaban por allí me decían que era posible que el 60% de las plantas no naciera, (no sé por qué tuvieron que hablar si yo no conocía a ninguno de ellos y tampoco le pregunté) El caso es que decían que no, pero que si lo hacían no morirían puesto que habían tomado vida casi sin existir, apenas a partir de un fonículo tan ridículo como inexistente.

Maldita sea, a los 3 días las Lycopersicum esculentum ya mostraban su esplendor muy mínimo pero lo mostraban. Buscaban el sol a rabiar, el calor, la vida en sí misma fuera de la tierra. Algunas mostraban incluso un pequeño ápice de felicidad y parecían celebrar con gorgoteos clorofílicos su milimétrico acercamiento al Sol.
Al sexto día todas las plantas habían salido, "todas" excepto una que decicidió morir porque era muy vergonzosa, tanto que prefirió morir antes que mostrarse al mundo anticrisis. Después de esta azarosa respuesta fonicular, cuando mostraban su crecimiento al 20% les inducí un coma profundo del que las despertaría a los dos días. Tras investigaciones que hice en mi laboratorio observé que después de un paro biológico uno se despierta con muchas más ganas de vivir. Así que inducí el coma y lo anulé a los dos días aportando unas bolas de sustrato muy débil que al contactar con el agua era vida en vena. Puse 5 bolitasbajo el goteo incesante (durante 23 minutos cayó agua) Unos 63 cl. por planta.
Y así fue, a la mañana siguiente todas estaban deseando vivir y no parar. A los dis días, mientras conducía escuché por la radio que Obama había decidido plantar un huerto como medida anticrisis del que comería toda la White House y algunos comedores de caridad.

Yo sólo dije: a buenas horas mangas verdes.
Hoy, tengo la medida anticrisis más potente de europa, y mañana diré si de todo el mundo. Eso sí, ha sido un éxito, porque si lo viera Alfredo Bryce Echenique diría: -¡Ese es el huerto de mi amada!. Feliz tarde, asegúrense de ser felices, y ya saben, la crisis es un producto de su imaginación. No hagan estas cosas en su casa.

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